Miércoles, 11 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6324.
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 MUNDO
Infierno caníbal en la isla prisión de Stalin
Abandonados sin comida en Siberia, miles de presos se devoraron unos a otros
MARK FRANCHETTI. The Times / EL MUNDO

MOSCU.- Miles de prisioneros de la era soviética capturados en las brutales purgas de Stalin fueron abandonados sin comida ni cobijo en una isla desierta de Siberia, donde terminaron recurriendo al canibalismo, según revelan unos documentos del archivo del Kremlin ocultos durante todo este tiempo.

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Más de 4.000 de los 6.000 prisioneros abandonados en Nazino, un pedazo de tierra desértico e inhóspito en medio de un río a 2.400 kilómetros al noreste de Moscú, fallecieron en menos de cuatro semanas a finales de la primavera de 1933.

Se produjeron docenas de casos de canibalismo entre los presos, que trataban de sobrevivir devorando los cuerpos esparcidos por la isla. Muchos otros fueron asesinados para poder comerse su carne.

Un nuevo libro titulado Cannibal Island, o la isla caníbal, recopila documentos y testimonios mantenidos en secreto durante siete décadas. Nicolas Werth, historiador francés experto en el Gulag soviético, revela que cientos de personas, incluyendo mujeres, niños y ancianos, murieron tiroteados por los guardias o ahogados al intentar huir de la isla en balsas improvisadas. Otros tantos perecieron de hambre.

«Había muertos por todas partes; las personas se mataban unas a otras», cuenta una campesina de 80 años que apenas contaba 13 cuando la abandonaron en la isla. La anciana recordaba a una joven prisionera a la que un guardia trató de cortejar. «En cuanto se fue, la gente agarró a la joven, la ataron a un árbol y la despedazaron para comerse su carne». Al caminar por la isla uno encontraba restos de carne humana envueltos en trapos o cortados y colgados en los árboles.

Limpieza de «indeseables»

Los presos fueron víctimas de una implacable campaña encabezada por Genrikh Yagoda, jefe de la policía secreta de Stalin, para deportar a cientos de miles de soviéticos a la parte occidental de Siberia y a las estepas de Kazajistán. El objetivo era limpiar las ciudades rusas de «indeseables» y utilizarlos para habitar estas regiones inhóspitas. Tan sólo en Moscú y Leningrado se atrapó a más de 50.000 personas sin hogar, delincuentes, gitanos, niños callejeros y mendigos, así como a campesinos que huían del hambre y ciudadanos sin pasaporte.

Al final del viaje, amontonaban a los prisioneros en barcazas con las que navegaban por el río hacia el norte. Pero en los campamentos de tránsito se produjo una superpoblación peligrosa, y en mayo de 1933, más de 6.000 detenidos terminaron en Nazino, una isla de casi dos kilómetros y medio. Lo que se suponía una breve parada terminó por convertirse en una estancia de un mes.

Treinta deportados fallecieron antes de llegar a la isla, y un tercio de los que desembarcaron se encontraban tan consumidos que no se mantenían en pie. No había alimento ni cobijo en el islote.

Tras cinco días de suplicio, y al ver que los enfermos y los ancianos comenzaban a sucumbir, los guardias descargaron 20 toneladas de harina en las orillas del río, desatando una impresionante estampida humana. Los detenidos recogían la harina en los abrigos o con las manos, pero como no podían cocer pan, la mezclaron con agua y se la comieron cruda. Los brotes de disentería y tifus mataron a muchos.

Diez días después del abandono de los prisioneros en Nazino, se produjeron los primeros casos de asesinatos por canibalismo.

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