I. G
BRASILIA.-
Nadie ha sido juzgado en Brasil por los desmanes cometidos por las fuerzas de seguridad desde que los militares, a principios de los 80, iniciaran una transición hacia la democracia «lenta, gradual y segura», según sus propias directrices. Tampoco los archivos secretos del Ejército han sido abiertos en su totalidad, pues según una ley aprobada por el Gobierno, las fuerzas armadas pueden, a su discreción, evaluar si determinados documentos afectan a la seguridad nacional y si es el caso de mantenerlos secretos.
Las víctimas, la mayoría de ellas pertenecientes a colectivos de izquierda, esperaban que con la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder se llegara a hacer justicia. No en vano, varios miembros de su Gobierno participaron en acciones de guerrilla y fueron torturados. Pero los juicios a los torturadores siguen sin llegar.
«Todos están en la calle, en libertad, incluso aparecen en televisión, nadie ha sido castigado» afirma la ex guerrillera Criméia Almeida. «Hay una impunidad absoluta en Brasil. La tortura resultó un éxito para ellos. Por eso continúan practicándola con los presos comunes. En Brasil todavía hoy no existe la justicia», dice Criméia.
En 1979, un Congreso brasileño dominado por los militares aprobó una ley de amnistía para todos los crímenes relacionados con la política cometidos en aquellos años. Pese a ello, un grupo de víctimas de la dictadura, bajo el nombre Tortura Nunca Más, batalla legalmente para llevar a juicio a los responsables. Su principal objetivo actualmente es el coronel retirado Carlos Alberto Brilhante Ustra, responsable de la policía política brasileña durante los 'años de plomo'. Un juez ya ha admitido una demanda en su contra, pero el proceso avanza muy lento.
Brilhante Ustra, por su parte, ha fundado la organización Terrorismo Nunca Más para defenderse a sí mismo y a sus subordinados. «Yo soy el primero, pero mañana habrá más en mi situación», dijo el ex coronel en un acto ante 400 oficiales del Ejército en enero pasado. «Estoy siendo juzgado por un crimen que no cometí. Ésta es la venganza de aquellos que fueron derrotados en 1964, muchos de los cuales están hoy en el poder», aseguró.
Criméia, que asegura haber sido torturada personalmente por Brilhante Ustra, afirma que ya casi ha arrojado la toalla, pese a la indemnización que ha recibido su hijo: «Todavía no sabemos dónde están nuestros desaparecidos, dónde fueron arrojados o asesinados. Tras la dictadura no cambió nada y nada va a cambiar. El régimen les funcionó, les salió bien, por eso no tienen motivos para cambiar las cosas».
¿Tampoco Lula quiere hacer justicia? «Supongo que ha llegado a un pacto con los militares, porque si no, no entiendo su posición», dice Criméia.
|