Jueves, 12 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6325.
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 ECONOMIA
El presidente del Banco Mundial 'enchufó' a varios republicanos
La política de contrataciones de Wolfowitz se suma a las críticas por el apoyo a su novia Algunos cobraban por más tiempo del trabajado
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- La crisis del Banco Mundial por la política de personal de su presidente, Paul Wolfowitz, sigue creciendo. Primero fue el escándalo derivado por el aparente favoritismo que Wolfowitz ha mostrado hacia su novia, la ciudadana británica de origen tunecino Shaha Alí Riza. Pero también ha trascendido que ella no fue la única en beneficiarse de la generosidad del presidente de la institución, que antes de ocupar su actual cargo fue subsecretario de Defensa de EEUU y el principal promotor de la invasión de Irak.

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Bajo Wolfowitz, el Banco ha contratado a varios altos cargos de la Administración Bush y a simpatizantes del Partido Republicano en una política de nombramientos que, según funcionarios de la institución contactados por EL MUNDO, «obedece a criterios políticos» y destaca por llevarse a cabo en términos «ridículamente generosos» desde el punto de vista de la duración de los contratos y de la remuneración de los mismos.

Aparte de Riza, la clave del problema está en cuatro nombramientos. Uno es el de Robin Cleveland, que antes de estar en Banco Mundial era la directora adjunta de Seguridad Nacional en la Oficina de Gestión y Presupuestos de la Casa Blanca. Otro es el de Kevin Kellems, un ex alto funcionario del Pentágono. Según ha podido saber este periódico, ambos tienen contratos indefinidos -una práctica anómala, dado que son asesores del presidente- con salarios netos de 250.000 y 240.000 dólares, respectivamente (186.000 y 179.000 euros).

Los dos han sido situados a un nivel administrativo superior incluso al de los vicepresidentes del banco, como los españoles Ana Palacio y Xavier Coll, que en breve se irá al Banco Europeo de Inversiones (BEI). De hecho, por encima de Cleveland y Kellems, sólo hay cuatro personas, entre ellas el propio Wolfowitz.

Eso supone un serio problema ético. Claro que el Departamento de Integridad Institucional del Banco Mundial no parece el más adecuado para afrontar esa situación. Wolfowitz ha colocado al frente de esa unidad a Suzanne Rich Folsom, cuyo marido, George Folsom, trabajó en la Administración de George Bush padre y llegó a organizar un acto para obtener fondos para el Partido Republicano el pasado otoño.

El cuarto nombramiento controvertido es el de Karl Jackson, ex colega de Wolfowitz en la Escuela de Relaciones Internacionales (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins. Jackson es, como Wolfowitz, un neoconservador, y recientemente afirmó en una cena privada, en relación a las torturas en Guantánamo y Abu Ghraib, que «en este tipo de guerra hay que hacer cosas desagradables, y habrá que seguir haciéndolas». Fue asesor de Bush padre y también carece de experiencia en el campo del desarrollo económico, a pesar de lo cual le fue otorgado un contrato de dos años como consultor a tiempo completo, con un salario bruto anual de 210.000 dólares (156.000 euros). El problema es que las obligaciones de Jackson con SAIS le impedían dedicar más de tres días a la semana a la entidad, por lo que hace tres meses su contrato fue rescindido y ahora es consultor a tiempo parcial.

Esos problemas se suman a los de Riza, que es desde hace cinco años la novia de Wolfowitz. A la llegada del ex subsecretario de Defensa al Banco, fue trasladada al Departamento de Estado de Estados Unidos para evitar un conflicto de intereses. La medida se completó con un aumento salarial de 50.000 dólares -hasta 193.000 dólares anuales (144.000 euros) netos-, una subida de categoría y un incremento de su remuneración este año del 7,5%, más del doble de lo teóricamente permitido. Su salario corre a cuenta del Banco Mundial, lo que implica que la comunidad internacional está pagándole un trabajo en la Administración de Estados Unidos. Esta es una práctica que se suele seguir en países en vías de desarrollo, pero no para pagar a funcionarios del Gobierno de la primera economía mundial.

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