Jueves, 12 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6325.
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Cuando la viuda osa desmentir a 'El País'
VICTOR DE LA SERNA

El pasado 8 de marzo, el gran periódico 'El País' -el mismo que acaba de dedicar un ímprobo esfuerzo a demostrar que quienes indagamos más allá de la versión oficial del 11-M no somos periodistas sino turbios y mendaces propagandistas de causas siniestras- publicaba una entrevista exclusiva con la viuda de El Chino. Bajo la firma de su reportero Pablo Ordaz, empezaba así: «Se llama Rosa, tiene 29 años y lleva tres viuda y en silencio. La tarde del sábado 3 de abril de 2004, su pareja de toda la vida, un marroquí de 34 años llamado Jamal Ahmidan, le telefoneó dos veces seguidas desde un piso de Leganés. La primera vez, Rosa sólo escuchó sus sollozos mezclados con rezos y cánticos. La segunda, ella le pidió que se entregara y él le contestó: 'Si me entrego os arruino la vida a ti y al niño. Perdóname. Sólo te pido una cosa. Que cada vez que mires al niño a los ojos te acuerdes de mí'».

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El pasado martes, la misma viuda comparecía en el juicio del 11-M y por las cámaras y los micrófonos de 'la Otra' podíamos seguir el siguiente intercambio:

Defensa: Con la venia, señor presidente, la defensa de Hamid Ahmidan. Una sola pregunta. Buenas tardes, señora. ¿Habló usted con su marido el día 3 de abril del año 2004?

Testigo: No.

Juez Gómez Bermúdez: El día de la explosión de Leganés.

Testigo: No.

Defensa: Muchas gracias, nada más.

En 'ABC', Nieves Colli narraba ayer de esta manera el interrogatorio: «A partir del 19 de marzo, sólo hablaron por teléfono hasta que se produjo la detención de la hoy testigo. 'Después apagué el móvil' y lo siguiente que supo de su marido fue tras la explosión de Leganés. Ese 3 de abril tampoco hablaron».

Ya había escrito Fernando Múgica en EL MUNDO, hace un mes, que le parecía imposible que aquella conversación se hubiera producido el 3 de abril. El gran periódico no rectificó nada. Pero lo más sorprendente es que el mismo Ordaz, encargado ahora de cubrir el juicio, diese ayer esta versión del intercambio entre la viuda y los abogados:

«A pesar de que en el banquillo de los testigos está sentada la mujer que compartió su vida con uno de los supuestos instigadores de la matanza, el interrogatorio es rápido y superficial. De hecho, nadie le pregunta qué pasó la tarde del 3 de abril, cuando el teléfono móvil de Rosa volvió a sonar después de unos angustiosos días en silencio y al otro lado escuchó la voz de Jamal ahogada por cánticos y rezos» .

Una vez más, El País nos da a todos otra gran lección de periodismo: si los hechos -incluso con luz y taquígrafos, ante el juez y la televisión- chocan con la versión de El País, los hechos tendrán que rendirse con armas y bagajes ante una fuerza superior. La de El País, claro.

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