El último papel que debía interpretar C. V. acabó en sonoros aplausos. Sólo que en plena cara y por no dejarse grabar.
Quizás hayan influido el hartazgo de los 70 trabajos como actriz que, a sus nueve años, acumula en su vida laboral. O el total de 40 días de clase perdidos en el primer trimestre, por culpa de esa agenda a lo Judy Garland que engordaba mamá. Porque fueron juntarse de nuevo su madre y una cámara, el 14 de marzo, y volver los problemas.
Lo cuenta ella misma, que, acompañada de su padre, acudió a la madrileña comisaría de Fuencarral-El Pardo el 15 de marzo y expuso en la denuncia las agresiones sufridas aquel día en que su madre tenía régimen de visitas: la forzó a dejarse grabar en un vídeo donde dijera que no quería estar con su padre. Ella se negó. Fue abofeteada. Un final de película.
Contamos hace un mes que el Juzgado de Primera Instancia número 66 de Madrid, en una histórica sentencia, le quitó a María Luisa C. la custodia de sus hijos, C. y L., el 23 de febrero, y se la dio al padre porque los críos conocían mejor un plató de televisión que el patio de su colegio, porque pasaban más tiempo en un camerino que frente a los deberes de matemáticas o los amigos, y porque, exhaustos de hacer de gallinitas de huevos de oro, habían manifestado el deseo de estar con papá y acudir más a clase.
Todo este tiempo la madre ha estado yendo de plató en plató y ha terminado denunciando al padre en vano por malos tratos, asunto que acabó con el sobreseimiento libre de él y una querella por denuncia falsa contra ella. Y los pequeños, exentos de focos y de flashes, se han tirado al barro como nunca en el pueblo paterno.
La juez acordó en su día un régimen de visitas para ella, consistente en los miércoles por la tarde y fines de semana alternos. Fue uno de esos días cuando C., la carita más conocida de una exitosa serie de televisión, volvió a ser parte de la escena...
La denuncia está encabezada por el padre, Luis -dado que la ex actriz es una menor-, y refiere «bofetadas» mientras la niña se «tapaba» el rostro con las manos, «agarrones» y «zarandeos», pero el grueso del escrito es el relato de la cría, que fue explorada por los agentes aquella tarde y dejaron constancia de un testimonio de muñeca rota.
Según el relato de C. V. recogido en comisaría, «cuando llegó a la casa [materna], su madre se estaba echando la siesta, estando allí un amigo suyo que arregla ordenadores».
C. V. se encontraba en el baño, cuando entró su madre, «quien le dio un beso y se fue a darle otro beso a su hermano pequeño, L.».
La cría se fue entonces al salón. «Después de dejar un conejo que tenía, su madre le dijo que le iba a grabar en una cámara y que tenía que decir que no quería ir con su padre». Al negarse, la menor fue abofeteada, «haciéndole daño en la cara».
C. V. declaró en su denuncia que su madre «le quería volver a pegar». Por lo que decidió acceder a que mamá le diera al record y que aquello acabara cuanto antes, «pero que ella y su hermano Luis [a pesar de dejarse filmar, insistió] sí que quieren estar con su padre».
«La madre la grabó», siempre según el relato de la menor, «y no salía bien, diciendo C. V. que no quería que la madre siguiera grabando ni decir que no se quería ir con su padre, por lo que la madre llamó a su hermana N., de 17 años [fruto de una relación anterior], para que la grabara con la cámara».
A la postre, le arrancaron la película que no quería hacer, contó C. V. Relató además que su madre la pasó al ordenador, supone ella, «para que la abogada y los jueces vieran que no se quería ir con su padre».
¿Cómo es la vida a este lado de la pantalla? ¿Cuánto hay de añoranza de aquellos vuelos transoceánicos en pleno curso para rodar? ¿Cómo se está sin la cara empolvada?
Los policías acabaron jugando con la pequeña y la arrullaron con un «no te preocupes». En esa comisaría que no era de cartón piedra, el The End fue como sigue.
- ¿Con quién te encuentras más a gusto? -señala la denuncia que le preguntaron, ya al final.
- Con mi papá -contestó-. Mamá a veces me pega. Y me obliga a llamar por teléfono a mi padre y decirle que no quiero irme con él. Si no lo hago me da un golpe en la cabeza o en la cara.