Jueves, 12 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6325.
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 MADRID
Ocio / Música
La melodía de la memoria
La Reina preside un concierto en el Auditorio a beneficio de los enfermos de Alzheimer
BEATRIZ PULIDO

Sobre el programa de mano y en las partituras de la Royal Philharmonic Orchestra asomaban nombres perfectamente reconocibles: Rachmaninov, Dvorák y Brahms, un trío de lujo para azuzar el fuego de una buena causa: atenuar, en la medida de lo posible, los devastadores efectos que deja tras de sí una enfermedad como el Alzheimer, tanto en los enfermos, como en sus familias.

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El Auditorio Nacional buscaba ayer restaurar algunas notas de solidaridad en la memoria de los madrileños y el público no defraudó, acudiendo en masa al primer concierto del ciclo Música para no olvidar. La solidaria iniciativa partió de la directora de orquesta Inma Shara y la agencia Thinking Heads, y sus beneficios irán a parar al Proyecto Alzheimer, que lleva a cabo la Fundación Reina Sofía.

La suavidad de los tambores en los primeros compases del Capricho bohemio, de Sergei Rachmaninov, apagaron los últimos murmullos. La pieza, atípica debido a su diversidad temática, pareciera una puerta que no termina jamás de cerrarse; un preludio simbólico que asemejaba tener en cuenta ese telón de fondo tan especial que cubría la sala de conciertos.

Sobre el podio, la joven directora Inma Shara realizaba movimientos suaves, lanzando los brazos y gesticulando como una bailarina de ballet. El físico le acompaña. La española es una de las brillantes representantes de la nueva hornada de directores que ha exportado nuestro país, y ha dirigido, entre otras, a la Filarmónica de Israel y la Royal Philharmonic Orchestra, que actuaba ayer.

Pulsando con sus dedos las cuerdas de su prestigioso instrumento, el violonchelista Mischa Maisky consiguió hacer brotar parte del Concierto para violonchelo y orquesta en Si Menor de Antonín Dvorák. Era la segunda pieza que reservaba la tarde. Primero la guió con sus gestos, luego con sus cuerdas, haciéndolas gemir, llorar, reír, susurrar. Un pañuelo, al final de su actuación, dejaría constancia del sudor del hombre en su lucha por hacer querer sentir tanto al instrumento.

Este genial intérprete ruso fue señalado por Rostropovich con el dedo de los elegidos: dijo de él que combinaba en su arte poesía y delicadeza exquisita, y un temperamento y técnica brillantes. El resultado de aquella magia fue la prolongación de los aplausos hasta hacer salir al intérprete en cuatro ocasiones.

La segunda parte del concierto sería enteramente para Johannes Brahms y su Cuarta Sinfonía.

Entre los asistentes al evento estaban Su Majestad la Reina Sofía; Irene de Grecia; la ministra de Sanidad, Elena Salgado; el director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez; la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada; Rodolfo Martín Villa, presidente de Sogecable, y diversos representantes de la AFAL (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Madrid) y de la CEAFA (Confederación Española de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias).

Tanto la recaudación íntegra de lo obtenido por la venta de las entradas, como las donaciones solidarias que se efectúen en la fila 0 habilitada al efecto (en la cuenta de Bankinter 0128-0010-95-0100135283) se destinarán al equipamiento del centro sociosanitario construido dentro del Proyecto Alzheimer, que SSMM inauguraron el pasado 8 de marzo.

Si es cierto que existen en nosotros varias memorias y, como afirmaba Balzac «el cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya propia», cierta música como aquélla que se escuchó al atardecer en el Auditorio Nacional de Música, es capaz de conseguir que vibren ambas.

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