Jueves, 12 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6325.
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Sexo en Madrid
La fila de los mancos
SILVIA GRIJALBA

El día que pusieron Sonrisas y lágrimas en la televisión, se dio cuenta. La solución podía ser mucho más sencilla de lo que parecía. Llevaba meses dándole vueltas. Convencida de que aquello no tenía arreglo y con la sensación de tristeza rabiosa del que está a punto de llegar a la meta y tiene una avería en el coche. Pues sí, a sus 59 años, después de llevar 44 con Alvaro, cuando ya había dado por sentado que aquella promesa que se hicieron a los 15 de envejecer juntos iba a cumplirse, se daba cuenta de que algo esencial fallaba. Se aburría, en general, y en su vida sexual en particular. Pilar era muy racional y tan responsable, tan consciente de las posibles consecuencias de sus actos, que nunca había hecho eso que se llama «una locura». Ella sopesaba todo mil veces y en el proceso, se le curaba el impulso. Por eso precisamente, porque era consciente de que aquella idea no se le curaba, Pilar estaba muy preocupada. Quería a Alvaro, pero con él todo le parecía gris, insípido. Llevaba varios años con esa sensación, pero había algo, sus relaciones sexuales, que habían hecho que todo fuera mejor. Pilar pensaba que si después de 40 años juntos, el sexo seguía siendo tan fantástico, estaba claro que lo suyo funcionaba. Pero desde hacía algún tiempo, habían dejado prácticamente de tocarse. Así que cuando aquel día escuchó la música de presentación de Sonrisas y lágrimas y notó que se excitaba como hacía tiempo, se dio cuenta de que no estaba todo perdido. Le llegó el recuerdo de sus primeros escarceos sexuales en el cine Alcalá. De aquellos palcos a los que Alvaro y ella (igual que muchas otras parejas jóvenes de su época) iban a hacer lo que no podían ni en la calle ni en casa de sus padres, claro. Pero aquella música y después algunas de las canciones, le sirvieron de resorte y le hicieron recordar también algunas visitas en los 80 a los cines Alphaville de Martín de los Heros, con esas butacas dobles, sin reposabrazos. Miró la cartelera, decidió ir a recoger a Alvaro al trabajo y llevárselo al cine, a oír, que no ver, una reposición de Sonrisas y lágrimas, a la última fila. Cuando estaba a punto de cruzar para entrar en el portal de su despacho de arquitectura, le vio salir. Dio un primer paso para salir corriendo a su encuentro, pero se paró en seco. Detrás salía una chica que debía tener la edad de Pilar cuando iba al Alphaville. La jovencita le abrazó por detrás y le dio un beso en el cuello. La sonrisa de Alvaro estaba clara, era feliz. Él ya no se aburría. Pilar no iba a desperdiciar las entradas... así que ese día vio Sonrisas y lágrimas.

silviagrijalba@mixmail.com

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