ERASMO Y Marlene. Heming-way,
Dietrich, ahora se supo, pasión epistolar (cartas, telegramas) no consumada de
dos colosos, nunca llegó a los lechos. Tales amoríos de entreguerras, sedas, rasos,
hamacas, trans- atlánticos, cuando viajar (sin Marsans) eran actos de tan grande
sofisticación, refinamiento. Ella: ya una de las diez más grandes de todos los
tiempos. ¿Y él y su Nobel? Hacía todo lo que los demás tan sólo sueñan.
|