Se escuchaba desde Yma Sumac hasta Kleenex, pasando por The Vaselines o Benny Moré. No hacía falta tirar de lo obvio, tipo Depeche Mode, para que el público se descoyuntara bailando. Y la atmósfera de club que se generó (efervescente, familiar y fructífera) hizo que surgieran muchos grupos del underground barcelonés que luego se han estrenado sobre el escenario. En las noches de los jueves del Sidecar se respiraba algo que no ha encontrado parangón en ninguna otra sala de la ciudad.
Lamentablemente, el éxito ha acabado en cierta manera con el club, organizado por César Lores y Nicolás Martín. Una vez reflotada la noche del jueves, la mítica sala de la plaza Reial decidía hace poco prescindir de sus organizadores, y las contadas citas que le quedan de vida al club este mes son una suerte de despedida con sabor agridulce.
No es la única apuesta que ha afrontado dificultades de Nico, Ivy Espinosa, Pedro Baqués y Jaime Casas, que ya apostaron en 2004 por ofrecer un formato musical distinto, de lujo, pensado para las pequeñas audiencias curiosas, amantes de los sonidos independientes en el Mercat de les Flors, donde el Pocket nació.
«Desde el principio se asumió que el Pocket iba a tener un concepto diferente, de bolsillo, que no iba a tener un lugar fijo», explica el responsable artístico del proyecto, Jaime Casas. «Es difícil llevar adelante una iniciativa de estas características en una ciudad que no tiene demasiada cultura musical», dice Nico, el capo del club, que lleva la mayor parte del peso del proyecto.«Y sobre todo en Barcelona, donde hay una oligarquía formada por tres salas de conciertos privadas y una sobresaturación de festivales. En realidad, el proyecto se planteó como imposible desde el principio, pero creímos que sería bueno refrescar la visión musical barcelonesa, que se ha ido cerrando poco a poco», añade.
Así empezó un pequeño ciclo de conciertos (muchas veces pisando el terreno del folk) en la sala Sebastià Guasch del Mercat de les Flors, por donde desfilaron desde un energético Vic Godard, que hacía años que no se prodigaba en directo, hasta unos Bitter Springs que llevaban mucho tiempo fuera del foco de atención.«Se trata de apostar por grupos que nadie espera encontrar en el cartel de grandes festivales, formaciones a las que nos gustaría ver en concierto. Las buscamos y las traemos», explica Casas.
El romance duró tres temporadas, hasta que el Mercat relegó a la música en directo de su programación y se centró en las artes escénicas. Compuestos y sin sala, sus organizadores pidieron respaldo al Ayuntamiento. «Al fin y al cabo, aunque sea una propuesta minoritaria, es compatible durante todo el años con festivales más masivos. Y hace las veces de caldo de cultivo del underground, que es lo que hace avanzar la cultura», cuenta Jaime. Carles Sala y Martí Perramon, responsables del Icub, se volcaron entusiasmados en el proyecto y lo apoyaron hasta que éste ha encontrado un patrocinador, San Miguel, sin el que nada sería posible. «En Barcelona hay un problema gravísimo con las salas para conciertos.Propusimos diferentes espacios públicos, como el Laberinto de Horta, pero las leyes son cada vez más restrictivas, hasta que cristalizó lo del Laboratori Les Basses».
El nuevo formato que presenta ahora el Pocket es una especie de minifestival exquisito concentrado en una tarde-noche. Diez horas de música ininterrumpida y cinco directos de artistas internacionales al irrisorio precio de 20 euros. «Intentamos que sea una fiesta donde descubrir grupos que se salen de la norma, que normalmente no se ven en Barcelona», cuenta Jaime.
Tras una primera edición donde el grupo de pop-punk Comet Gain alborotó a un público entregado, la próxima cita ya está aquí.Y los protagonistas del Pocket 4.2, el sábado que viene, son tan eclécticos como inspiradores: están los sicilianos Uzeda (el grupo favorito de Steve Albini), el pop ácido de Darren Hyman & The secondary modern (el cantante de Hefner), el neoclasicismo francés de Sylvain Chaveau, los alemanes Tarwater, la sueca Frida Hyvönen, The Wave Pictures y Everett True y su mujer, Charlotte Thackra, editores de Plan B Magazine, a los platos.
«Al fin y al cabo, la riqueza está en disfrutar de la música en un espacio y con una gente pensados para ello. Los festivales son un pantallazo, hay muchos conciertos pero no los ves. Es complicado mantener nuestra línea editorial, no contamos con la publicidad de otros», reflexiona Nico. «No es fácil». Pero el Pocket, poco a poco, se hace mayor.