JAVIER TOMEO
El tema de las lenguas y de los lenguajes sigue preocupando. Hace unos días participamos en un ciclo sobre las lenguas de Beckett, organizado por el Instituto Francés y la Universidad Complutense de Madrid. En la misma universidad charló el miércoles Rigoberta Menchú sobre las lenguas indígenas y los derechos humanos. Ayer supimos que los Juegos Olímpicos de Beijing tendrán señales bilingües, y no en chinglish, que es como se llama en China al inglés escrito incorrectamente. Y los diarios hablan del «atormentado bilingüismo del Tirol del Sur». «¡Ay, qué suerte poder quedarse en silencio en siete idiomas!», decía Friedrich Schleiermacher, aquel orador y gran traductor de Platón al alemán.
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Llegan los misteriosos virus informáticos y los ordenadores enferman.De vez en cuando, el material del fuselaje de los aviones se fatiga y provoca catástrofes. Las casas enferman de aluminosis y los edificios más modernos provocan extrañas enfermedades en los que están dentro. El mundo de las cosas materiales se humaniza, las máquinas se rebelan. Es, tal vez, una forma de protestar y de hacernos comprender que las cosas no marchan por donde debieran.Tal vez nos estén aconsejando que no trabajemos tanto y que contaminemos menos.
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La mano es el instrumento de los instrumentos, dijo Aristóteles.Cada mano tiene cinco dedos, pero no todos son iguales. Con el índice señalamos o incluso acusamos al prójimo, el meñique es el más escuchimizado, el anular sirve para el anillo, el medio es el más largo y el pulgar es el más rechoncho y el más plebeyo.Todo, sin embargo, cambia, y con las nuevas tecnologías los pulgares son cada vez más importantes. Son los que más se usan en el manejo de los instrumentos digitales, tales como móviles, consolas, timbres, etc. Tanto es así que los ingenieros se están planteando adaptar al pulgar los nuevos vehículos, electrodomésticos y ordenadores.A Pulgarcito habrá que buscarle otro nombre.
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Lo que son las cosas. Mientras Alonso, el intrépido piloto, recibe parabienes por su maestría al volante y la velocidad que desarrolla con sus bólidos, decenas de compatriotas suyos han muerto durante días en las carreteras. Es inútil que se diga a la gente que no corra más de la cuenta. La velocidad les enloquece. Paul Morand, el famoso deportista francés, decía que ése es el único vicio nuevo de la Humanidad, la velocidad. Todos los anteriores estaban inventados.
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Ramón me dice que durante los días de Semana Santa casi todos sus vecinos se van de vacaciones y que el silencio en su escalera es tan profundo que por las noches le cuesta trabajo conciliar el sueño. Si le falta el jolgorio que organizan los estudiantes del segundo, no puede pegar el ojo. «El ruido ejerce sobre mi cuerpo los efectos de un somnífero. ¿Crees que debo ir al médico por eso?», me pregunta, finalmente, preocupado.
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