El Espanyol sufría porque en sus espaldas carga una leyenda negra. Tiene la vitola de equipo maltratado por la historia y por el fútbol, sufridor, abonado a la tragedia, a la agonía, a hacer difícil lo fácil y perder lo que parece ganado. Otro equipo quizá habría vencido 0-2 en Da Luz. Pero no el Espanyol.No hay más que ver cómo se complicó la vida en Montjuïc cuando goleaba y celebraba una fiesta que se tornó, por supuesto, en miedo en un breve parpadeo. Pero no contaban los blanquiazules con que enfrente tenían al club gafado por excelencia, quién sabe si el que más de Europa, el Benfica de la maldición Guttman, el equipo que ha perdido seis finales europeas consecutivas, cinco de Copa de Europa y una de UEFA.
Y, anoche, el pulso de leyendas negras cayó del lado lisboeta.Porque la de ayer es digna de ser inmortalizada en un nuevo episodio, en un nuevo cuento de las Mil y una tragedias del Benfica. Todo ocurrió condensado en diecinueve minutos. Entre el 65 y el 84.La pesadilla portuguesa comenzó con el paradón de Gorka. Alucinante, celestial lo que sacó el vasco con su manopla. Ahí comenzó a escribirse la victoria del Espanyol. Nuno Gomes, que remató ese balón, no se lo creía. Nadie en Da Luz, ni siquiera en Barcelona, lo creía, pero Gorka acababa de realizar posiblemente la mejor parada del año en el lugar y el momento más indicado. En realidad, todo el partido que completó el portero suplente del Espanyol fue apoteósico, digno de la renovación de contrato inmediata.Kameni debería de estar temblando.
Seis minutos más tarde, en el 71, Miccoli estrelló un disparo en el poste, el cuero rebotó en la espalda de Gorka y Torrejón llegó a tiempo para arrojarlo al cielo de Lisboa. Y en el 73, el ídolo Rui Costa, que posiblemente vivió ayer la última gran noche europea de su dilatada y exitosa carrera, estrelló una falta desde 25 metros en el poste derecho de Gorka, un chut seco, fortísimo, imparable de no ser por la milagrosa madera. Y la traca final, el colmo de la mala suerte, se escribió en el minuto 84, cuando la antaño promesa truncada del fútbol mundial, Mantorras, envió a la nada un cabezazo cuando estaba solo frente a Gorka.
También el Espanyol tuvo su porción de ojeriza, faltaría más, pues no exhibe la etiqueta de gafado porque sí. En el primer tiempo, Pandiani demostró que también sabe hacer cosas con los pies y mandó, escorado en el área de Quim, un balón abierto, roscado, que tocó en el interior del palo izquierdo. Mucho más tarde, en los estertores del partido, Leo cometió penalti sobre Luis García, cuya sobreactuación quizá provocó que Claus Bo Larsen no pitara la pena máxima.
«Existe el riesgo de que cuando quieres conservar un resultado te metas muy atrás. En el primer tiempo hemos tirado hacia arriba, pero en el segundo hemos tenido 15 minutos muy malos, en los que ellos combinaban en el centro del campo y creaban peligro.Pero Gorka ha estado muy bien y nos han favorecido los dos palos que han hecho», resumió Ernesto Valverde, emocionado como no se le recuerda desde la fatídica final de Leverkusen. Y de eso hace ya 19 años.
Toda la plantilla espanyolista emanaba alegría y sentimientos aflorados. El más elocuente de todos fue Iván de la Peña: «Sabíamos que íbamos a sufrir y que el Benfica iba a dominar mucho. Estamos muy contentos, estamos en semifinales y espero que Montjuïc quite las lonas y se llene el campo, porque si no se llena ahora es para hacérnoslo mirar».
«Lo que hemos hecho tiene mucho mérito, y más después de las mofas que he leído [el diario Record publicó en portada una oveja con el escudo del Espanyol] y de la prepotencia de su entrenador.Hemos sido superiores, el Benfica en España difícilmente se clasificaría para la UEFA», espetó. Luego, alabó la proeza: «Nunca había tenido tantos nervios desde que estoy en el Espanyol. Lo de hoy ha sido fuera de lo normal». Si sufrió en Da Luz, mejor no pensar en Glasgow.