Y llegaron las vanguardias con su loca piñata. Inundaron Francia, Bélgica, Alemania también. Vinieron con una pleamar de ideas nuevas hasta inundar los viejos salones del academicismo recalcitrante.
En España un grupo de jóvenes fueron acogiendo los nuevos lenguajes del arte como propios, infiltrándolos de símbolos autóctonos. Y surgió la vanguardia española -con uno de sus frentes en la Escuela de Vallecas-, tomando el cañamón del cubismo y del surrealismo, pero sin las reglas estrictas de la nueva ortodoxia.
Benjamín Palencia (Barrax, Albacete, 1894-Madrid, 1980) fue uno de los impulsores de las corrientes renovadoras en las primeras décadas del siglo XX. Formaba parte de aquel grupo plural donde compartían espacio García Lorca, Alberti, Barradas, Manuel Angeles Ortiz, Díaz Caneja, Maruja Mallo, Alberto Sánchez, Bores, Pancho Cossío, José María Ucelay, Hernando Viñes... Poetas, pintores, músicos, pensadores... Entre todos renovaron el arte español y sincronizaron sus relojes con la modernidad.
El tiempo ha difuminado algunas de estas presencias, de ahí que la Academia de Bellas Artes de San Fernando (calle de Alcalá, 13), en colaboración con Caja Castilla-La Mancha, haya querido recuperar parte de aquella herencia de la vanguardia en la exposición Benjamín Palencia y el origen de la poesía de Vallecas, abierta hasta el próximo 20 de mayo y de la que es comisaria Paloma Esteban.
Las nuevas tendencias
La muestra recorre la etapa más volcada en el desarrollo de las nuevas tendencias de Benjamín Palencia, desde 1919, con el azul de Picasso como estímulo, hasta los dibujos surrealizantes de 1936, momento en el que se cierra la exposición. «Estamos ante un artista que pudo alcanzar un eco internacional en su manera de entender lo que venía de fuera, pero que, en este sentido, no tuvo la atención de la crítica», dijo Víctor Nieto, director del museo de la Real Academia de Bellas Artes.
Los focos se centraban entonces en el todopoderoso Picasso, en Salvador Dalí, en Juan Gris, en Julio González. «Sin embargo, a la vez que ellos, aquí había una serie de artistas con una misma voluntad de ir más allá y ensanchar las orillas del arte de las primeras décadas del siglo pasado. Estamos hablando de una importantísima vanguardia histórica que también se desarrolla al compás de lo que pasaba fuera», comentó Nieto.
En esa nave andaban un puñado de artistas forjados en la Escuela de Vallecas. Pero en esta ocasión el protagonista es Palencia, sus bodegones, sus paisajes de geografía onírica, sus sueños de piedra que se dobla, de lluvia lloviendo hacia arriba. Un artista recobrado que no define por entero el arte de su tiempo, pero ayuda a completarlo.