Viernes, 13 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6326.
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Los Planetas rinden culto a Camarón
'La leyenda del espacio', su nuevo disco, aúna psicodelia y cante jondo
DARIO PRIETO / QUICO ALSEDO

MADRID.- Los Planetas vuelven por bulerías, o casi. Supervivientes del panorama español de los años 90 a base de rock escapista, los granadinos han recorrido ahora el camino en sentido contrario: de la lejana psicodelia a la raíz flamenca de su Andalucía natal. Y no sólo eso: con La leyenda del espacio, su nuevo disco, pretenden «hacer lo que Camarón con La leyenda del tiempo (1979), pero al revés: llegar al flamenco desde el rock». ¿Y no da miedo ponerse a la altura del genio? «Hombre, el título es un poco ironía... Aunque acojona, porque a aquel disco le llovieron hostias por todos los lados, y eso que ahora es un mito».

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Aunque en sus últimos álbumes ya se adivinaban algunos devaneos rumberos y gitanos, no ha sido hasta ahora cuando el grupo se ha arrancado en plan flamenco. «La idea era previa, pero en un principio no acababa de cuajar, hasta que encontramos la canción Alegrías del incendio y vimos que los dos lenguajes podían converger en uno», explica J, cantante del grupo.

Eso sí, reconocen que no siempre les fue lo de dar palmas. «De crío, yo no lo entendía», confiesa el guitarrista Florent. «Era una cosa incluso desagradable de escuchar, por la forma de cantar, que era más agresiva. Y es un tópico, pero, con el tiempo, vas aprendiendo. De chico, sólo comías huevos fritos con patatas y ahora te gustan el pescado y la carne».

«Venimos del rock and roll», añade J, «pero en Andalucía el flamenco está presente en muchas partes de tu vida, aunque es una música muy compleja y es más fácil que a la gente joven le eche para atrás».

El parón de tres años desde Contra la ley de la gravedad, su sexto disco de estudio, alimentó todo tipo de rumores de disolución de Los Planetas -y más con la presencia de J en su proyecto paralelo, Grupo de Expertos Solynieve-. ¿Verdad, mentira? Florent lanza un tímido «no» mientras que J sentencia, con una media sonrisa: «Yo pienso en dejarlo todos los días, esto es como con la novia, pero luego vamos p'alante y la cosa funciona, así que seguimos».

La leyenda del espacio parece venir a poner dirección a una carrera, la de Los Planetas, que parecía empezar a perderse un tanto por el hiperespacio musical, opina parte de la crítica. ¿Cómo lo ven ellos? J: «No creo. Nuestro anterior disco tenía un concepto muy claro, el artista contra su medio, pero quizá no tan reconocible para el público. Este disco de ahora lo veo más redondo y más primitivo, suena como nuestros inicios». Erik Jiménez, batería, oficia de puente entre esta aproximación de Los Planetas y la de Lagartija Nick con Enrique Morente en Omega (1996): «Él salió de Lagartija por culpa de tensiones en aquella grabación, y nos vino muy bien que se aprendiera entonces muchos palos. Curiosamente, era el más reacio a lo de tirar para el flamenco, ya veis...».

Y, además de Jiménez, a La leyenda del espacio presta su voz en un tema el propio Morente, el gran transgresor del panorama flamenco y «uno de los grandes inspiradores del disco». J ve este acercamiento de Los Planetas al flamenco «un poco como el de Kiko Veneno, que viene del rock y llega de fuera».

¿Y cómo han recibido el álbum los puristas del quejío y el pellizco? «Bueno, tampoco es un disco de flamenco; en realidad, se dirige al público del rock y, si consigue llevar a alguien al cante, pues mejor», explica Florent, quien evidencia que el disco sigue en las coordenadas básicamente planetarias -ruido, medios tiempos, voces algo ahogadas-, y que lo jondo no deja de ser una pátina de «armonías y ritmos». Habla J: «Los flamencos son muy conservadores y no les gusta que se les toque. Y ojalá, aunque no creo que lo entiendan, ojalá les guste, porque lo hemos hecho con mucho respeto».

A los grupos ruidistas surgidos en España en los 90 se les criticaba su autismo artístico, su nula voluntad de comunicar. ¿Por qué sólo quedan Los Planetas de todo aquello? «Por una razón muy clara», se arranca J: «Este es un trabajo durísimo, mal pagado e inestable, y toda aquella generación no quería dejar sus estudios y sus trabajos. La industria era y es absolutamente insensible con el artista, apenas te llevas el 10% de lo que produces... pero teníamos claro que queríamos vivir de esto».

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