Viernes, 13 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6326.
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 CULTURA
GALERIA DE IMPRESCINDIBLES / HANS M. ENZENSBERGER Publica 'El perdedor radical', sobre el terrorismo islámico
Un ensayista de línea clara
MANUEL HIDALGO

Con formación marxista y constitución izquierdista, la trayectoria personal e intelectual de Hans Magnus Enzensberger (Baviera, 1929) se caracteriza por un constante y logrado esfuerzo por resistirse al anclaje y a la inmovilidad. Ante las ideas, ante los géneros literarios o ante los problemas, el trabajo del escritor alemán se funda en el reconocimiento y en la apertura hacia lo nuevo, en la necesidad de no aceptar consignas antiguas ni compartimentos estancos, en la capacidad de tomar las verdades y las soluciones del lugar donde vea, tras la reflexión y la valentía moral para dar el paso, que se encuentren.

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Las viejas y dogmáticas ideas no sólo no sirven para enfocar los conflictos nuevos, sino que, en muchas ocasiones, impiden detectarlos. Las viejas y anquilosadas formas no sirven para expresar correctamente nuevas propuestas, sino que, en muchas ocasiones, impiden su mero alumbramiento. De este peligro, y con el riesgo de contrariar a los pensadores y a los políticos instalados en convicciones y fronteras inamovibles y, también, con el riesgo de aventurar hipótesis resbaladizas, se ha alejado siempre la tarea intelectual y creativa de Hans Magnus Enzensberger, hombre, a su vez, de gran iniciativa y movilidad personales.

Miembro muy activo del renovador y crítico Grupo 47, que alentó el renacimiento de la depresiva y depauperada literatura alemana de posguerra; fundador de la revista literaria Kurbush y director de la colección de literatura alternativa La otra biblioteca, Enzensberger viene siendo un constante emprendedor, un propulsor de empresas -en el sentido orteguiano- intelectuales y políticas.

Inquieto buscador de experiencias y conocimiento directos, ha vivido en México, Cuba, Noruega, Estados Unidos e Italia. Estudió Filosofía, Literatura y Germanística, pero se inició como poeta y periodista, oficios que nunca ha abandonado y a los que ha agregado -fusionándolos no pocas veces- los de novelista, dramaturgo, profesor, cineasta y, por supuesto, ensayista.

La obligada precisión del periodista de buena pasta y la no menos obligada precisión del poeta, con la funcionalidad expresiva exigible al primero y la búsqueda de la belleza esperable del segundo, han dado lugar a una escritura que jamás renuncia -aunque esté al servicio de las más complejas exposiciones- a la sencillez argumental, a la claridad expositiva y a la emoción estética de las formas.

Son muy numerosos los libros importantes de Enzensberger (Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2002), pero aquí voy a recordar sólo tres. Elementos para una teoría de los medios de comunicación (1971) sigue siendo un libro de lectura obligada en las facultades de Periodismo, un libro imprescindible para comprender los mass media, su evolución y la necesidad de devolverles su genuina misión social. El corto verano de la anarquía: Vida y muerte de Durruti (1972), sobre el anarquista español, es un formidable ejemplo no sólo del interés del autor por la historia y la política del siglo XX (cosa obvia), sino de su ya mencionado gusto por las innovaciones al fundir historiografía, periodismo y ficción en un único y apasionante texto. Por último, en Los elixires de la ciencia (2002), puede encontrarse una inusual antología de poemas y ensayos, las dos grandes y más constantes dedicaciones del escritor.

Ahora, Hans Magnus Enzensberger, siempre asomado a las últimas fronteras de los problemas colectivos, acaba de publicar en Anagrama -su habitual editorial en España- El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror, un librito de apenas 70 páginas que -y más en estos días, por desgracia- se vuelve de lectura obligada para comprender, con nitidez y en sus aspectos esenciales, la genealogía, las motivaciones y las características del terrorismo islamista.

El libro empieza definiendo el concepto de perdedor radical en su dimensión individual y abundante como psicópata social y, mediante una sutil y suave elipse -que no elipsis-, termina enraizándolo en la encarnadura histórica, cultural y, lo que viene a ser lo mismo, religiosa del actual terrorismo islamista.

El libro es, sin duda, polémico y discutible, como no puede ser de otra forma. Pero ofrece una batería de datos, razonamientos e ideas que, desde ya mismo, resultan esclarecedoras a más no poder e imprescindibles para opinar y abordar el fenómeno. Para abrir el apetito de futuros lectores, diré que -sin nombrarla ni criticarla directamente- el libro contiene un desolador y desalentador varapalo a la idea de la Alianza de Civilizaciones.

El perdedor radical debe leerse lápiz en mano, y el lector comprobará cómo prácticamente no hay una sola página en la que no se vea empujado a subrayar una idea, unas líneas o un párrafo entero. Tal es la riqueza de sugerencias del texto y lo apretado, sintético y nuclear de su contenido.

Una muestra, entre muchas. La definición de la mentalidad que une el pathos del perdedor radical individual y del terrorista islamista: «la misma desesperación por el fracaso propio, la misma búsqueda de chivos expiatorios, la misma pérdida de la realidad, el mismo machismo, el mismo sentimiento de superioridad con carácter compensatorio, la fusión de destrucción y autodestrucción, y el deseo compulsivo de convertirse, mediante la escalada del terror, en el amo de la vida ajena y de la muerte propia».

A propósito de estas últimas líneas, conviene reiterar -si es que algunos potenciales lectores no estuvieran interesados en el terrorismo islamista- que la concreción y la definición que hace Enzensberger del perdedor radical -primeras 30 páginas- tiene un interés mucho más amplio todavía, puesto que no sólo sirve para iluminar algunos otros terrorismos y algunos otros ismos políticos, sino que, con gran perspicacia en la observación psicológica y sociológica, define a un tipo humano que, por desgracia, no resultará ajeno al amplio entorno y a la experiencia personal de muchos lectores.

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DOS DELANTE

ESCHER. La exposición de Escher en el Canal de Madrid, que se clausura el domingo, ha sido el éxito oculto, el sleeper de la temporada. Prorrogada por su enorme aceptación, tenía colas de hasta 45 minutos con lluvia o sin lluvia. Un extraordinario dibujante, más allá de sus sorprendentes acrobacias visuales.

CORRECTORES. Uno o varios abuelitos -cabe pensar- han recorrido bolígrafo en ristre la exposición Madrid al paso, tachando y rectificando las descripciones y las fechas de las tablillas que documentan y datan las fotografías del diario Madrid. Los correctores, según he podido comprobar, llevan razón más de una vez. Queda raro.

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