El número de fallecidos en los atentados que golpearon el miércoles la capital argelina se eleva ya a 33, y a 200 el de los heridos, según el último balance ofrecido por el Ministerio del Interior. Pero la tragedia podía haber sido mucho mayor. Tal y como han confirmado a este periódico expertos en lucha antiterrorista, horas después de las explosiones la policía halló un vehículo cargado con 500 kilos de dinamita frente a la casa del Director General de la Seguridad argelina, Alí Tunsi, en el barrio residencial de Hydra.
El descubrimiento del coche, un Mercedes en el que los terroristas habían instalado una cisterna de agua que albergaba el material explosivo junto a varias bombonas de butano, se produjo gracias a uno de los numerosos avisos de bomba que recibieron las fuerzas del orden argelinas el miércoles.
Tras identificar el automóvil, un grupo de artificieros procedió a desactivar el ingenio mortífero, informa el diario local Echuruk, que aporta una foto del vehículo. En la misma línea, la policía efectuó la explosión controlada de al menos cuatro coches sospechosos en diferentes barrios de la capital. Sin embargo, de las más de 20 llamadas de alerta recibidas, sólo la del Mercedes resultó cierta.
Poco a poco, Argel recobra la normalidad perdida por la acción de Al Qaeda. En las calles del centro de la ciudad, mucho menos concurridas de lo habitual en un jueves, primer día del fin de semana musulmán, se respiraba un ambiente pesado, atravesado por el dolor por las víctimas y el desconcierto ante la magnitud de los ataques. Dada la proximidad a la ciudad de los últimos atentados con coche bomba, que tuvieron lugar en los pasados meses de noviembre y febrero, los capitalinos esperaban desde hacía tiempo una acción similar en el corazón de Argel, pero no de las características ni de la envergadura de las bombas del miércoles. Tanto las fuerzas de seguridad como el ciudadano de a pie, que ha vivido en sus carnes toda una década de conflicto armado, advierten con preocupación el cambio de estrategia de los salafistas, que por vez primera han utilizado terroristas suicidas en sus acciones, uno de los modus operandi habituales de Al-Qaeda.
Sesión extraordinaria
De hecho, en la larga historia del islamismo armado argelino, los integristas han empleado a suicidas en sólo dos ocasiones. En la primera, ocurrida en 1995, un terrorista de los Grupos Islámicos Armados (GIA) hizo explotar su vehículo frente a la Comisaría Central, en el bulevar Amiruch, en pleno centro de Argel, provocando 42 muertos y 265 heridos. En la segunda, en el año siguiente, un joven colisionó un coche bomba contra la Dirección General de la Seguridad Nacional.
La misma tarde de los atentados del miércoles, que tuvieron como objetivos el Palacio de Gobierno y la comisaría del barrio periférico de Bab Ezzuar, el Gobierno argelino, en sesión extraordinaria presidida por el presidente Abdelaziz Buteflika, aprobó una serie de medidas especiales de seguridad destinadas a abortar la amenaza terrorista en la capital.
En el día de ayer, estas disposiciones aún no habían sido hecho públicas y en los puntos estratégicos de la ciudad no se apreciaba un incremento notable de la seguridad. Sólo en algunas embajadas -como la de Estados Unidos o la de Francia- era visible un ligero refuerzo de la vigilancia policial.
Las calles en las inmediaciones del Palacio de Gobierno continuaban cortadas al tráfico y la mayor parte de los cristales y escombros procedentes de los edificios afectados por la onda expansiva del atentado había sido eliminada de la calzada.
Grupos de obreros continuaban sin descanso las labores de rehabilitación de la sede gubernamental, tres de cuyos pisos resultaron gravemente afectados por el coche bomba. Como muestra macabra del acto islamista, en un aparcamiento cercano al inmueble, ordenados en dos hileras, habían sido colocados 10 automóviles destrozados por la explosión.
El primer ministro argelino, Abdelaziz Beljadem, afirmó que los atentados constituyen «una provocación mediática poco antes de las elecciones» legislativas del 17 de mayo, con los cuales se busca «aterrorizar al común de los mortales».