En este descabellado escenario se despertaron ayer los alemanes tras un sondeo dado a conocer por el semanario conservador Stern. Según éste, el 66,6% de los ciudadanos desconoce que Kurt Beck, ministro presidente del estado federal de Renania-Palatinado desde 1994, es, a su vez, el líder del Partido Socialdemócrata (SPD) desde hace un año y su candidato para las elecciones a la Cancillería en 2009. De este porcentaje, el 16% cree que el máximo dirigente de la formación es Franz Müntefering, vicecanciller y a la sazón ministro de Trabajo.

Es sólo una muestra más de que corren malos tiempos en Alemania para los socialdemócratas, a quienes se llama los grandes «perdedores» de la gran coalición encabezada por la conservadora Angela Merkel de la CDU (Unión Cristianodemócrata).

'Batacazo' electoral

Además, al SPD, en la última encuesta del mismo semanario, se le otorga un 26% de intención de voto frente a un 34% de la alianza entre cristianodemócratas y socialcristianos (CSU). Y aunque la credibilidad de los sondeos en Alemania ha perdido fuerza en el país tras su batacazo en las elecciones de 2002 y 2005, donde se pronosticaron grandes derrotas del SPD y un incombustible canciller Gerhard Schröder fue capaz, en las primeras, de darle la vuelta a la tortilla y ganar, y en el segundo, de acabar gobernando en una coalición contra natura. Comienza el ruido de sables dentro de las filas socialdemócratas contra la falta de liderazgo y la invisibilidad del partido en los grandes asuntos del país.

Beck, católico y antiguo técnico electrónico, creía haber encontrado el camino hacia el cambio fijándose en lo que hizo Schröder en 2002, cuando una oposición furibunda a la invasión de Irak por parte de varios países, sin la autorización de la ONU, amén de un golpe de efecto al viajar inmediatamente al Estado de Sajonia durante las graves inundaciones que sufrió Europa del Este en aquellos días, le hicieron ganar las elecciones federales por 6.017 votos a Edmund Stoiber, el otrora poderoso rey socialcristiano de Baviera.

Así, imbuido de ese espíritu anti-EEUU, se ha convertido en el político alemán que más se opone a la construcción unilateral del escudo de misiles de Washington en República Checa y Polonia. «No necesitamos más proyectiles en Europa», ha dicho una y otra vez. Desde el propio Gobierno, su compañero de partido Frank-Walter Steinmeier adoptaba la posición oficial de la Cancillería de exigir al presidente George Bush que ese asunto sea tratado en el seno de la Alianza Atlántica.

No deja de sonar extraño en el presidente de un estado alemán en el que viven 60.000 estadounidenses, 27.000 de ellos, civiles y militares, relacionados con la mayor base militar de Estados Unidos en Alemania.

La prensa conservadora alemana destacó como una de sus trabas un posible «provincianismo». Beck vive en Maguncia.

Amén de calificarle de «utópico» en sus planteamientos, también se destaca alguna de las boutades firmadas por Beck en sus intervenciones públicas. Entre ellas, se destaca el comentario que realizó a principios de mes durante una visita a las tropas alemanas destacadas en Afganistán, sobre la conveniencia de que «talibanes moderados» participen en un posible proceso de paz.

«Ni idea de Afganistán»

Aquella frase le valió las críticas airadas de los conservadores, la «sorpresa» pública de la oficina de Steinmeier y del propio Gobierno afgano, cuyo titular de Exteriores, Rangún Spanta, pidió a Beck con gran sentido que le indicara cómo contactar con esos «talibanes moderados», al tiempo que aseguraba: «No tiene ni idea de Afganistán».

De cara a las elecciones de 2009, los socialdemócratas también ven un problema en el nacimiento del nuevo partido La Izquierda, una fusión del Partido de la Izquierda, considerado heredero de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) con la disidencia del SPD, aglutinada bajo las siglas WASG, tras un largo proceso que comenzó en 2002.

Y en medio de una sangría constante de afiliados al SPD, que en 1976 contaba con más de un millón y hoy apenas con 550.000, con una especial desconexión de militantes durante la era Schröder, Kurt Beck puede dar gracias a ser algo más conocido por el ciudadano alemán medio gracias a un incidente ocurrido en las pasadas navidades, cuando en un mercadillo Enrico Frank, un desempleado con barba y pelo largo y con alguna copa de más, arremetió contra la reforma laboral del anterior Gobierno rojiverde (SPD y Los Verdes) y le pidió trabajo: «Si te afeitaras, te cortaras el pelo y te lavaras, encontrarías trabajo».

Uno y otro ocuparon durante semanas las portadas de la prensa, pero, a juzgar por las encuestas, el incidente no ha proporcionado ningún nuevo voto al líder socialdemócrata.