Viernes, 13 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6326.
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 OPINION
CANELA FINA
Misterio del Cristo de los Gascones
LUIS MARIA ANSON

Un Cristo de madera de tamaño natural, y articulado, es el protagonista de la obra. Teatro puro en su más completa desnudez. Expresionismo abstracto. Nao d'amores, la compañía de Ana Zamora, nieta por cierto del que fue mi gran amigo sabio Alonso Zamora Vicente, ha espigado textos de Gómez Manrique, de Iñigo de Mendoza, de Alonso del Campo, adornados por música ritual y litúrgica, música profana, Cancioneros de Segovia, Cancionero musical de Palacio, obras de Upsala, de Peñalosa, de Ancheta.

El resultado es una bellísima obra, bien interpretada, mejor dirigida, en la que el Cristo de madera abre sus ojos bondadosos y asombrados para emoción de un público atónito y expectante. Podría pensarse en procacidades, visiones heterodoxas del Evangelio, distorsiones de la Pasión y Muerte de Cristo. No es así. Misterio del Cristo de los Gascones es una obra respetuosa y emocionada, en la que brilla la autenticidad y la fuerza teatral.

Me gustaría apuntar algún defecto y no lo encuentro, salvo el decir en ocasiones del verso, entrecortado y sin hilación. Pero nadie que ame el teatro debe dejar de ver esta pieza que honra a la Abadía, reforzando la alta calidad teatral que en esa sala habitualmente se exhibe, gracias a la sabiduría de José Luis Gómez. Un José Luis Gómez en plena forma, respetado por todo el mundo profesional, como actor y como director. Su interpretación en Play Strindberg fue memorable y le llevó, tras votaciones reñidísimas, a la final del Premio Valle-Inclán.

José Luis Gómez es desde hace muchos años, uno de los nombres grandes del teatro español. Y su dirección de la Abadía nos ha proporcionado representaciones e interpretaciones que no podemos olvidar.El teatro intelectual, el teatro de cámara, el teatro alternativo están ofreciendo en Madrid muestras de excepcional calidad. Al lado de un teatro comercial todavía poderoso y de unos musicales en alza, la inquietud por la escena se manifiesta de forma más vertebrada en las piezas que las salas alternativas y las especializadas acogen para satisfacción del público más exigente. Tras Nueva York, tras Londres, tal vez tras París, Madrid es en estos momentos una explosión de teatro de calidad. He dicho muchas veces que la temperatura cultural de una ciudad se mide con el termómetro del teatro, y la capital de España, es sin duda alguna, una de las ciudades de referencia en el mundo cultural.

La apoteosis de los grandes museos, las exposiciones de pintura y escultura cada vez más exigentes, la música de concierto y en menor proporción una ópera todavía disminuida, la danza clásica y flamenca en alza, la edición de libros y el auge de las manifestaciones literarias y una actividad científica que se intensifica año tras año, sitúan a Madrid en un plano mundial relevante.

El teatro carece de las ayudas que habría que exigir. No se trata de despilfarrar el dinero en teatros públicos que están ahogando a la iniciativa privada. Se trata de estimular a ésta, y no con subvenciones sino con un tratamiento fiscal favorable y con espacios de relieve en las televisiones y radios públicas. Una parte sustancial de nuestra juventud, la más comprometida, la más exigente, la que está en vanguardia, se mueve en torno al teatro alternativo. Hay que crear los cauces adecuados para que a través de ellos discurran tantas torrenteras. Ruperto Merino tiene conciencia clara de que no exagero nada y que ningún recurso público derivado de los impuestos que pagamos todos los españoles está mejor empleado en el mundo cultural que el que se dedica al estímulo y proyección del teatro.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.

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