El documental Ciudadanos de segunda, producido por EL MUNDO TV y emitido el lunes por Telemadrid, ha levantado ampollas dentro del establishment político catalán, con la única salvedad de Ciutadans. El reportaje, que denuncia la discriminación que viven en distintos ámbitos los castellanoparlantes en Cataluña, ha sido calificado por nacionalistas y socialistas catalanes como «indignante» y «manipulador». Sin embargo, nadie ha sido capaz de aportar un solo ejemplo de algo que se diga o muestre en el documental que sea falso. Todos los hechos que se relatan son estrictamente verídicos y además el reportaje permite escuchar la versión de quienes defienden -desde Cataluña y también desde Madrid, como es el caso de Rosa Regàs- el statu quo de la política lingüística, incluidos varios responsables de la Generalitat.
Especialmente sorprendente ha resultado la reacción del líder del PP catalán. Piqué asegura que no hay un problema «esencial» con la lengua en Cataluña. Pero de la experiencia contraria de muchos ciudadanos se deriva que el partido Ciutadans consiguiera en las últimas elecciones autonómicas tres escaños, y cuanto más se empeñe el PP en ignorar los derechos de la población castellanoparlante, más borroso será su papel en esta autonomía.
También hay quienes han atacado el programa diciendo que exagera porque en la calle no hay un problema. Pero precisamente lo que el documental pone de relieve es que el bilingüismo que es normal para los ciudadanos se ha convertido en un problema en las instituciones, donde los gobernantes pretenden ignorar el castellano y despreciar todo lo que recuerde que Cataluña es parte de España. Esta esquizofrenia oficial da lugar a situaciones tan ridículas como la que tuvo lugar el pasado domingo en la final de Mundialito Benjamín en El Algarve, cuando el equipo de Barcelona, integrado por niños de 8 años, se negó a saltar al terreno de juego con el Valencia para no escuchar el himno español, una utilización infame de la infancia con fines políticos que ya tuvo lugar con el spot a favor de las selecciones catalanas.
En Cataluña sigue sin haber un colegio en el que los padres que así lo deseen puedan escolarizar a sus hijos en castellano, como es su derecho. Y se siguen imponiendo multas a quienes no rotulan en catalán. Ésa es la realidad que el documental mostraba con toda su crudeza. Estos abusos, si el Tribunal Constitucional no lo remedia, recibirán patente de corso con el nuevo Estatuto. E incluso si el TC interviene, es probable que la Generalitat, como ha hecho en el pasado, busque una vía para imponer su voluntad. Ya ayer Montilla amenazaba con que Cataluña «no aceptará una minusvaloración política» y «se unirá con una sola voz» para hacer frente a un recorte del texto. ¿Una sola voz, en una sola lengua?
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