FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
En el Partido Popular hay diversas tendencias, estrategias, ambiciones y, como dicen los progres, sensibilidades. Nada más natural en la formación más numerosa de la política española, la única que no ha abdicado de su condición nacional en toda España, y donde la pluralidad es inevitable, si se entiende que rima con libertad pero también con lealtad y que sin esta última rima consonante, adiós terceto. Sobre el 11-M, hubo desde el principio, o sea, desde que no se hundieron en las elecciones europeas y empezaron a publicarse los agujeros negros de Fernando Múgica, tres posiciones: la combativa (Zaplana y compañía), que busca la verdad de lo que sucedió, caiga quien caiga; la capitulacionista, que sólo aspira a que la izquierda le deje llegar al poder; y la comodona, la de verlas venir, la de dejar que los periodistas corran los riesgos que ellos no quieren correr, pero de los que se beneficiarían. O sea, como Aznar con los GAL, cuando apenas llegado a La Moncloa se negó a desclasificar los papeles del CESID. Ésa ha sido la posición de Rajoy (inevitable) y su actitud, discutible a fuer de equidistante.
El PP nunca quiso hacer su propia investigación sobre el 11-M y la vergonzosa estafa informativa que, a cuenta de la masacre, se cometió contra el pueblo español en general y contra la derecha en particular.
Confieso que nunca lo había entendido hasta el pasado miércoles, cuando vi a Jesús de la Morena y a Díaz Pintado en el juicio del 11-M, donde la tosquedad de sus formas, la zafiedad de sus ocultaciones y la atroz abundancia de sus contradicciones se pusieron de manifiesto con crudeza terrible.
¿Cómo iba a reconstruir Acebes la estafa desinformativa del 11-M si su propia cúpula policial es lela o participa en ella? Pero mientras estos inútiles, si no malvados, hacen el caldo gordo al PRISOE, el gran enemigo de Rajoy, Aguirre, Zaplana, Acebes y todo lo que suene a liberal o a íntegro en el partido, es decir, Gallardón, ha saltado al ruedo para respaldar la ya insostenible versión oficial del 11-M, que ha sido una burla sumarial, está siendo una vergüenza fiscal y puede ser el episodio político y judicial más bochornoso de nuestra Historia.
Es tanto lo que se juegan Polanco y el PSOE si su manipulación queda todavía más en evidencia, que su hombre en el PP ha salido en defensa de la minuciosidad del juez Del Olmo y de la fiscal 'Valeyá', cuya incuria quedó de manifiesto el día en que Gómez Bermúdez, tres años después, mandó analizar el arma del crimen y resultó que lo que estalló en los trenes no fue Goma 2 ECO.
Gallardón no ha hecho nada por buscar la verdad del 11-M, bien al contrario, pero ahora ha quemado sus naves apoyando una causa no sólo progre y embustera sino insostenible. Me gustaría saber a qué teme tanto Gallardón en el 11-M. A quién obedece, ya lo sabemos. A qué, lo acabaremos sabiendo.
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