Eugenia Rico
En tiempos de elecciones los políticos prometen. Las promesas son como rosas que crecen siempre al borde de un precipicio. Uno no siempre puede prometer lo que promete pero líbrenos Ruiz-Gallardón del político que no promete y del que promete demasiado. Los políticos antes de prometer deberían de viajar, porque no gana el que promete más sino el que promete mejor. Hace poco el alcalde de Barcelona visitó Guayaquil, una ciudad del Ecuador cuyo alcalde se ha hecho famoso en toda Sudamérica por saber prometer y cumplir lo que promete. Sorprende que el viaje a esta meca del municipalismo lo haya hecho el primer edil de Barcelona y no el de Madrid. Porque Madrid va camino de convertirse en una de las ciudades principales del Ecuador y Guayaquil es el ejemplo de que los ecuatorianos no sólo generan meriendas en la Casa de Campo sino que pueden ser un ejemplo de soluciones urbanísticas.
La ciudad de Guayaquil y su alcalde han ganado numerosos premios por su proyecto del Malecón 2000, que básicamente consistió en convertir una ciudad rica e industriosa pero destrozada y con bolsas de pobreza en una ciudad esplendorosa en la que los problemas sociales y los urbanísticos se atajaron con el mismo guante de acero y seda. Guayaquil tiene un río y Madrid tiene un río. Del río de Madrid, el Manzanares, la gente ni se acuerda pero existe. También existe un nebuloso plan para realzarlo y convertirlo en el área de recreo que se merece una ciudad como Madrid. El río de Guayaquil ha sido enriquecido con un paseo marítimo que hace palidecer al mismísimo Maremagnum. Ha sido financiado con fondos públicos y privados y luego ha vuelto a rentabilizarse abriendo espacios privados, pequeños restaurantes y bares, tiendas de artesanía. Una parte de estos negocios ha sido atribuida a personas de colectivos marginales que previamente han recibido una formación de más de un año para poder gestionarlos.
Lo mismo se ha hecho para recuperar otras áreas de la ciudad. Se arreglaban las casas de barrios marginales y se ayudaba a sus pobladores a emprender actividades para aprovechar el nuevo flujo de paseantes y turistas. ¿Se imaginan San Blas convertido en un barrio chic pintado de colores? Porque eso es el Cerro de Santa Ana. Una ciudad es lo que hacemos de ella. Por eso el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, haría bien en pedirle prestadas las maletas al de Barcelona. Porque de Ecuador no sólo vienen inmigrantes también puede venir la certeza de que una ciudad puede regenerarse, engrandecerse y embellecerse sin que hagan falta unas Olimpiadas. Madrid no sólo merece que le prometan. Merece que las promesas hagan soñar.
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