Sábado, 14 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6327.
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 MADRID
Viva la vida
Borg aún juega con muñecas
JAVIER MARTINEZ

Deporte. Ya acostumbrada al tenis de alta competición de cada otoño, Madrid se entrega este fin de semana a la vena melancólica. Borg y Wilander rescataron ayer en el Palacio de los Deportes el juego de otro tiempo, prologados por sus imágenes de antaño en los marcadores. Hoy irrumpe en escena John McEnroe

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Lo de menos es que Ivanisevic ganase a Stich (6-2 y 7-6) o que Mats Wilander se impusiera a Bjorn Borg (6-3 y 7-5). No, esto último sí se entromete de lleno en el aroma exquisito del cartel. La victoria del menor de los dos suecos, 43 años frente a 50, frustra el enfrentamiento soñado para la noche de hoy entre Borg y McEnroe, la réplica de aquellos duelos de los 70 o primeros 80, o de los 90, que también los hubo, ya con ambos talluditos y ajenos a la pura competición. ¡Qué se le va a hacer! Tampoco el programa desmerece tanto. Aparece Big Mac, presente ayer en el exterior de la cancha, de espectador del Ivanisevic-Stich. Y nuestro Albert Costa, que aún debe jugar lo suyo si nos atenemos a que apenas lleva un año retirado.

Borg lanzó perfume a los devotos. Escribimos en sentido metafórico, sin alusión alguna a la línea de moda con la que se buscó la vida tras la súbita salida de las pistas, a los negocios finalmente poco certeros que le hicieron regresar a su profesión de mala manera, que tal vez le hayan hecho volver ahora, pues, a diferencia de otros, no se ha dejado ver mucho en este tipo de espectáculos tan melancólicos. La bolsa es golosa. Un total de 400.000 euros se repartirán como fijo los seis participantes en esta primera edición del Masters Senior de la Comunidad de Madrid, con tajada especial para Borg y McEnroe. Nobleza obliga.

La gente acudió despacio. Se fue animando después del encuentro entre Ivanisevic y Stich, mucha mano aún la del croata, que administra el talento y cuida ese hombro maltrecho, que tantos disgustos le trajo a lo largo de una brillante carrera culminada con el triunfo en Wimbledon 2002, cuando ya nadie contaba con él. Les sobró algún chiste, algunos puntos consentidos, guiños de simpatía con los palcos. Pecado venial; al parecer, también se trata de eso cuando ya no hay copas de por medio.

Ese punto circense escapa a los planteamientos de Borg, recibido con la ceremonia sagrada que merece el apellido, luces fuera y el speaker que, en un gesto de audacia, anuncia «un duelo de titanes». Ahí está el genio que revolucionó el juego y el negocio. Cabello níveo y talle algo encongido; fino aún el pincel, la muñeca diestra para conducir una volea de derecha, pura orfebrería; el revés a dos manos que recobra su vigencia, passing cruzado sobre una subida de Wilander. Y Mats que se inclina en tributo al maestro.

Borg soporta con dignidad el peso de su inmenso legado. Busca su suerte en el servicio o en el resto y abrevia los puntos con aproximaciones a la red, pues no tiene la consistencia de su rival, de apariencia más juvenil que la que dicta su carnet. Wilander aún es capaz de pelotear a un buen ritmo con Rafael Nadal. Es el capitán del equipo sueco de Copa Davis y ha mantenido una relación más intensa con la raqueta. Borg, ya se sabe, capituló de manera sorprendente a los 26 años después de liderar una era hermosísima, seguramente irrepetible, al lado de su amigo McEnroe, que aún vela por su fortuna sentimental y le disuade de subastar sus mejores trofeos, y de Jimmy Connors, el gran Jimbo, la bendición de fotógrafos y retratistas, el ardor y la adoración por el juego. Connors dilató su carrera porque, según sus propias palabras, no sabía qué hacer al levantarse de la cama. Y eso que nunca le faltaron envidiables compañías. Wilander, por contra, dejó la alta competición un día porque no encontraba motivos para abandonar las sábanas cada mañana. Él también andaba sobrado de razones para hacerse fuerte en la alcoba.

McEnroe, por contra, nunca ha querido dejarlo. Se fue porque ya no había lugar para los de su especie, artista temerario en un permanente ejercicio de funambulismo, zurda eternamente comprometida con la estética. Viéndole ayer, por la mañana, estupefacto ante los alardes de la presidenta de la Comunidad con la raqueta, camisa y americana por fuera, como dicta la moda, o ya por la noche, con chándal negro, jeans y deportivas de rapero, no parecen quedar tan lejos sus tiempos de oropel. Al fin y al cabo, McEnroe ganó el torneo de dobles de San José, junto a Jonas Bjorkman, en categoría profesional, ya cumplidos los 47. Y ahora figura cuarto en el ranking de veteranos, donde tiene que vérselas con jovencitos del tamaño de Marcelo Ríos, mucho más cómodo sin las responsabilidades del circuito donde también fue, aunque efímero, número uno.

McEnroe mantiene intacto su espíritu competitivo. Podrán comprobarlo hoy contra Mats Wilander, que a buen seguro deberá abandonar ese aire respetuoso y algo pactista con el que se movió en su encuentro de ayer contra Borg. El mayor de los suecos, el más grande, según algunos, que desempolvaron pósters y viejos libros, fieles a la cita de ayer en butaca de primera, se fue entre una ovación casi operística. Antes, dejó su grafía sobre una pelota esfumada a la tribuna tras un smash. Susana se llevó la bola engalanada con la firma, el testamento vivo del viejo vikingo que aún juega con muñecas.

PROGRAMA DE HOY:

19.00 h. Ivanisevic-Albert Costa.

A continuación: Wilander-McEnroe.

Lugar: Palacio de los Deportes, Av. de Felipe II. Metro Goya y O'Donnell.

Entradas: De 10 a 75 euros. En taquilla o en El Corte Inglés. Tfno. de información y venta 902400222.

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