Sábado, 14 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6327.
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TESTIGO DIRECTO / BEIRUT Líbano recuerda el día en que comenzó la guerra civil en 1975 con emotivas ceremonias en medio de una grave crisis política que reaviva el temor a un nuevo conflicto / La imagen que dominó todas las portadas de los diarios locales entonces fue la de la furgoneta ametrallada
El autobús que simboliza una guerra
JAVIER ESPINOSA. Enviado especial

Las ONG eligieron a propósito el escenario por el simbolismo que atesora. Durante los 15 años de guerra civil este mismo lugar fue quizá uno de los más atribulados de todo Beirut.

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El Hipódromo se encuentra situado al costado del Museo Nacional y ambos conformaban la demarcación entre los barrios cristianos del este y los suburbios musulmanes del oeste.

Éste era el cruce más reconocido de la tristemente célebre Línea Verde, la ruta de casi 15 kilómetros que dividió durante años a la capital libanesa.

Los locales solían referirse a este punto del pasaje como la «ruta de la muerte». Es una avenida desierta, jalonada por edificios abandonados y en ruinas, repleta de francotiradores.

A la entrada del complejo deportivo, los organizadores habían colocado paneles con fotografías de la época. Instantáneas que hablan de muerte y horror. Milicianos disparando sus ametralladoras pesadas, combates callejeros, barricadas y refugiados aterrorizados por los bombardeos.

Pero entre todas destacaba una. La imagen que dominó todas las portadas de los diarios locales el 14 de abril de 1975. El autobús ametrallado un día antes en el barrio cristiano de Ain al Remaneh en un suceso que acabó con la vida de 27 de sus pasajeros palestinos. Un trágico incidente que se considera como el detonante del conflicto.

Los restos oxidados de aquella furgoneta Dodge regresaron ayer al Hipódromo de Beirut para convertirse en el principal referente del 32 aniversario del inicio de la contienda libanesa, que se recordó entre emotivas ceremonias y en medio de una grave crisis política que hace temer que el país se encuentre abocado a una nueva conflagración.

«Es un símbolo muy importante para la paz civil en el Líbano», admite Ibrahim Eid, uno de los activistas que apadrinó la cita que se rigió por un lema concluyente: «Recuérdalo y no lo repitas».

Los pacifistas consiguieron incluso la colaboración del Ejército cuyos helicópteros sobrevolaron la capital bombardeando la villa con miles de panfletos de colores donde se leía: «¡Di no a la guerra!»

En el Hipódromo coincidieron artistas, políticos y también protagonistas anónimos de la última guerra como Sami Hamdane, el chófer de 62 años que consiguió preservar a duras penas el Dodge de Ain al Remaneh.

«Se lo compré en los 80 al conductor que lo llevaba ese día, Abu Rida. Éramos amigos al compartir profesión. Él fue el único superviviente del ataque. Se salvó porque los cadáveres cayeron sobre él y le cubrieron. Murió hace cinco años», explica Hamdane frente al vehículo, exhibido como si fuera un monumento alegórico.

A lo largo de esos años fatídicos, tanto el Dodge como Hamdane sufrieron todos los funestos avatares propios de una lucha fratricida. La furgoneta fue alcanzada durante los combates por un proyectil que acabó por inutilizarla.

Sami eludió la muerte por cuestión de metros. Otro cohete mató a tres de los estudiantes que transportaba. Su abuela y su primo fallecieron en los bombardeos. Su casa fue arrasada por los obuses del New Jersey, un navío de EEUU que se unió a la orgía de sangre.

«Este autobús es una lección para el país. Esto es lo que queda después de una guerra: chatarra. Los dráculas que ahora quieren continuar esa guerra deberían venir aquí para verlo», comenta.

A su lado está Jadiya Wahbi, que acudió al complejo con una foto de su hijo Maher de 17 años, que desapareció en el curso de la invasión israelí de 1982.

Como Hamdane, ella también arremete contra la clase política local. «Todavía no sabemos ni siquiera dónde están nuestros hijos y ya tenemos otra vez a las milicias y a todas esas alianzas, la del 14 de Marzo, la del 8 de Marzo... (las coaliciones cambiantes fueron una de las principales características del periodo 75-90). Son los políticos los que están abriendo la puerta a otra guerra», clama.

En el recinto se habilitaron varias pizarras donde los asistentes podían plasmar sus opiniones sobre la jordana de remembranza. «No más guerras», escribió alguien. «El 13 de abril demuestra que la guerra no resuelve los problemas sino que los agrava», le secunda otro.

Pero este espíritu conciliatorio se diluía a escasos kilómetros del Hipódromo, en el mismo cruce de la calle Maroun Maroun donde fue emboscado el autobús. Los cristianos de Ain al Remaneh todavía defienden que la masacre del Dodge fue precedida por un ataque palestino en el que murió un miliciano local, Joseph Abu Asi. Las pancartas que jalonan el suburbio recuerdan al que consideran su «primer mártir».

Otros rótulos lanzan loas a las Falanges - «castillo de la resistencia», dice uno-, el partido de esta secta que tantas exacciones cometió durante la guerra.

«Tras el primer ataque, los jóvenes levantaron una barricada y pararon el autobús. Había muchísima tensión. No sé quién disparó primero pero realmente parecía una batalla», recuerda ahora Antoine Tammer, un comerciante octogenario que presenció aquel suceso.

Precisamente, uno de los hijos del miliciano Abu Asi, al que consideran el «primer mártir», de nombre Sharbal Kamil se encontraba ayer pegando propaganda de la Falange frente a la estatua de la Virgen que justamente recuerda el tiroteo del 13 de abril de 1975.

«No tenemos miedo a volver a empuñar las armas. Sí, sabemos que podemos destruir el país, y por eso estamos dando tantas oportunidades a Hizbulá y sus jefes iraníes. Pero si tenemos que luchar lo haremos», concluye Sharbal Kamil sin reparo.

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