No hay, sin embargo, una frontera clara entre el bien y el mal. A veces se tocan porque en el fondo de los corazones existe ambigüedad moral. Nadie es enteramente bueno o malo.

Si se sirve a Dios se es bueno, si se sirve al Diablo se es malo. Pero lo que no resulta fácil es saber dónde están uno y otro.

Jone y Pernando son héroes para la izquierda abertzale y dos malvados para el resto de los mortales, que no entienden su devoción hacia ETA.

Ambos han elegido servir al Diablo -que ellos confunden con Dios- de distintas formas. Encarnan las dos representaciones del mal: la Bella y la Bestia. La cara amable y la brutal. La que oculta su maldad tras un atractivo rostro y agradables maneras y la que aparece sedienta de sangre y brutalidad.

Jone y Pernando constituyen, como Bonnie and Clyde, la pareja perfecta porque se reparten los papeles para lograr un mismo objetivo que comparten.

Jone Goirizelaia, la abogada de Batasuna, tiene cara de haber querido ser monja de pequeña. Su vocación política fue más fuerte y prefirió entrar al servicio de ETA, asumiendo el sacrificio de ser mala e ir al infierno. De familia acomodada y religiosa, podría haber llegado a madre superiora de un convento de San Sebastián, pero optó por ponerse la toga en lugar del cilicio para defender a los asesinos.

La Bella ha denunciado hace unos días que los etarras detenidos han sido torturados. Eso le afecta mucho, hiere una sensibilidad que no se altera ante los cadáveres de los niños reventados por ETA en las casas cuarteles de la Guardia Civil.

Su dedicación a la causa ha tenido una bonita recompensa: la rosa blanca con la que la premió la Unión de Actores, que le hace mucha más ilusión que ser miembro de la Mesa Nacional de Batasuna. De ahora en adelante, se pondrá esa rosa en la toga.

En la foto de la nueva dirección de Batasuna en Pamplona, la Bella aparece en primer plano junto a los jóvenes. Al fondo y escondida, la Bestia pasa desapercibida entre los viejos militantes.

A Pernando, como al Lobo en los cuentos de los niños, le sacan cuando hace falta asustar. Defiende la política del estacazo, no entiende de matices y cree que Otegi es un blando. Pero Pernando es un malo simpático, de película de piratas de la Serie B. Hay que imaginárselo con un ojo tapado, una camisa negra, una espada en el cinto y una botella de ron.

Pernando es la Bestia que gruñe y asusta al público, mientras que la Bella pasa la bandeja para obtener la recaudación. Fría, autoritaria y calculadora, Jone tiene más estomago que su compañero, que, acomplejado por su tosquedad, es en el fondo un ser más sensible.

El cuento acaba con final feliz porque Pernando, la Bestia, sufre un hechizo, del que se despierta por amor. Se convierte en un bello príncipe y se casa con Jone. Y es que el País Vasco es un escenario de fábula, donde las cosas son siempre al revés de lo que deberían ser.