RAUL DEL POZO
Ségolène Royal, la mujer de los dos acentos, que le dan eufonía, son y delicadeza, es la nueva doncella de Francia y aspira a llevar su enigma al Elíseo. En una entrevista que publicaba ayer EL MUNDO, Nicolás Sarkozy, que aún va en cabeza según las encuestas, reconoce que la segunda vuelta de las elecciones francesas va a ser temible. Durante seis meses le explicaron que Royal era imbatible porque es mujer, porque sonríe y porque es moderna. Sarko sabe que se bate en pleno siglo de las mujeres y que, si bien el cambio climático puede ser aún una neorreligión de los ecologistas de pesebre, sí que hay un cambio en el clima político, una nueva espiritualidad, una manera distinta de percibir los mensajes, cuando se está acabando el machismo de Estado y la transformación económica es cosa del banco alemán.
Un amigo muy lúcido al que llamaré Javier me envío al móvil, la noche que estuvo José Luis Rodríguez Zapatero en TVE, el siguiente mensaje: «Tiene algo irreal, como de señorito Pepis ilustrado, como de otro planeta: un condón invisible le separa un poco de la gente, pero se cree sus sueños y eso resulta. Y tiene proyecto, republicano y ginecocrático. Buena intención y acierto. Hay ZP para rato».
Ginecocrático. El palabro viene del título de Ana Iriarte Goñi De amazonas a ciudadanas, donde se analiza a la mujer como construcción ética y sujeto político. El hecho de estar excluidas del poder durante tantos siglos les dio a las mujeres una increíble libertad de pensamiento y ya son la vanguardia de la transformación social. No quieren ser ni diosas ni sirenas, se conforman con ser presidentas de gobierno.
A pesar de que le está saliendo mal el parto de la víbora, que lo de Cataluña colea y no cuaja la España plural, las nuevas maneras de relacionarse con los ciudadanos las ha entendido bien Zapatero, al que no se le conoce otro apetito que el poder. Es un hambrón de la política. Antes que la francesa, este leonés espídico de la pasión política -siguiendo el ejemplo inverso de la historia de las ideas- apostó por el nuevo diseño, ya que no había nuevo pensamiento.
Joder con el señorito Pepis; manda por la mañana a sus junatigres y botones mediáticos a que nos den el coñazo con la demagogia y el rencor, mientras él sigue en su meditación zen y trascendente sobre el feminismo, la irrealidad, el republicanismo lírico, sin perder nunca esa sonrisa de las esculturas arcaicas, o tal vez la de Maquiavelo que, según muchos autores, es la expresión del cinismo y la crueldad y, según otros, la del desencanto o el nihilismo.
No sé yo si los sastres especialistas en púrpura de Génova han tomando nota de ese filón de las nuevas libertades, del feminismo como movimiento de movimientos, de los efectos de la modernez y de la inquietante sonrisa del cinismo o del nihilismo.
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