MARÇAL SINTES
José Montilla administra, calculando incansable, lo que dice y lo que no dice. Estuvo el presidente el jueves en Madrid, en un almuerzo. Y empezó a hacer lo que la sociedad catalana le viene demandando desde que llegó al Palau de la Generalitat, esto es, que coja las riendas de la defensa de la identidad y los intereses de Cataluña. Manifestó el presidente en la Villa y Corte que Cataluña no piensa renunciar a los avances recogidos en el texto y se comprometió a ponerse al frente de la respuesta a una posible sentencia del Tribunal Constitucional contraria al Estatut, algo que se da prácticamente por asegurado. Asimismo, habló de unidad: Cataluña se unirá con una sola voz, anunció a los presentes.
Como, amén de aquilatar cuidadosamente sus palabras, Montilla tiene por costumbre hablar poco, habrá que tomárselo en serio.Por consiguiente, es probable que nos hallemos ante un verdadero giro en la posición que hasta el momento había venido manteniendo el socialismo catalán con relación a este asunto. Recordemos, por ejemplo, que Montilla fue el encargado de anunciar la batería de enmiendas del PSOE cuando el Estatut fue aprobado por el Parlament.Asimismo, algunos dirigentes del PSC han estado alimentando la idea de que no hay que dramatizar ante una posible resolución contraria al Estatut. El cambio de actitud es sin duda alguna positivo. Tanto para el país como para el propio Montilla y el PSC, pues la gran mayoría de nuestra sociedad no comprendería que se desentendieran de la suerte del Estatut. Que el TC -un tribunal cuya independencia y crédito están más que en entredicho- derribe el texto refrendado por el pueblo catalán no es para tomárselo a broma, ni para mirar para otro lado.
Montilla se refirió al conflicto de El Prat. Y en este caso también decidió ponerse las pilas, al menos en parte. Pidió la gestión compartida y que se rompa el anacrónico sistema aeroportuario centralizado, al que AENA tiene encadenado el aeropuerto catalán.Parece que el acto celebrado en el IESE el pasado día 22, con asistencia de 800 representantes de la sociedad civil y el mundo empresarial ha hecho mella en el presidente, en principio incómodo ante los efectos de la movilización promovida, además de por la citada escuela de negocios, por la Cámara de Comercio de Barcelona, Fomento del Trabajo y el RACC.
Habrá que observar a partir de ahora cuál es la firmeza y el grado de determinación de Montilla, que deberá inexcusablemente asumir un notable -o, incluso, muy notable- grado de tensión con el PSOE, y también su vocación de, luego de las elecciones municipales del día 27, construir consensos tanto dentro del gobierno tripartito como con la oposición, en particular con Artur Mas y CiU, y la sociedad civil y el empresariado.
En Madrid, el presidente se vio obligado, a raíz de un programa emitido por la televisión autonómica de Esperanza Aguirre, a advertir que nadie conseguirá dividir a la sociedad catalana por la lengua y recordó que si hay un idioma que se halla en desigualdad en Cataluña es el catalán, una obviedad para cualquiera que no sea un indocumentado o un cínico. Añado que por mi parte que si hay «ciudadanos de segunda» esos siguen siendo los que tienen el catalán como lengua materna, todos ellos capaces de expresarse en castellano, algo que no ocurre recíprocamente.
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