Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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A FONDO / LA ATENCION AL COLECTIVO HEROINOMANO
«El camino de la droga sólo lleva al infierno»
Pedro, un ex toxicómano barcelonés, relata qué le llevó a la heroína y cómo logró salir de ella después de 26 años
VICTOR MONDELO

BARCELONA.- Hace unos días, Pedro caminaba por la calle con la mirada clavada en el suelo y vio una papelina. Continuó andando hasta el final de la manzana. Al llegar a la esquina, se paró y, sorprendido de sí mismo, cayó en que ni siquiera había tenido la tentación de agacharse a cogerla. «Eso pasa hace cinco años, me tiro a por ella y a los dos minutos me estoy metiendo», confiesa.Hace cinco años, pero no ahora. Esta vivencia y la reflexión posterior son, para Pedro, el signo inequívoco de que su adicción a la heroína forma parte del pasado.

A sus 44 años, este barcelonés dice convencido y con la mirada viva que está rehabilitado, pero también recuerda que, para conseguirlo, ha pasado por un proceso «durísimo y lleno de malos momentos».

Pedro comienza a consumir heroína a los 13 años, después de coquetear unos meses con el alcohol y los porros. Fue un inicio precoz del que reconoce su parte de responsabilidad, pero del que culpa a otra persona, su padre, que empezó a maltratarle a los tres años. «Yo de pequeño era una persona muy sensible, una esponja.Una de las cosas que me revientan es que yo no tenía que haber vivido todo esto. Pero, lamentablemente, fui creciendo a golpes y llega un punto en el que te ves sumido en el odio y la rabia; pasas todo el día en la calle, sin ningún código de valores y por algún lado tienes que explotar», explica.

Y explota. «Empiezas a probar la heroína y vas entrando en una espiral. Todo tu miedo, todo tu dolor lo vas tapando con la droga», relata.

Una droga que, además, resulta ser altamente adictiva, tal y como reconoce Pedro: «El atractivo de la heroína es que, será un paraíso artificial, pero es un paraíso artificial cojonudo, porque no sientes nada, nada te afecta». Claro que tiene su cara negra. «Lo malo es que, después, ese paraíso se convierte en el infierno. Llega un momento en el que sólo estás en el infierno.Porque el camino de la droga sólo lleva al infierno», afirma.

Pedro entra, entonces, en una vorágine en la que hace todo lo necesario para conseguir su dosis: «mentir, manipular, falsear», y, también atracar. Atraca su primer banco a los 15 años, sin la ayuda de nadie y acaba en la Modelo con 19. Después de cinco años, Pedro sale de la cárcel y decide que no quiere volver a entrar. Va de trabajo en trabajo y continúa consumiendo.

A los 25 años, entra en contacto con algunos centros de día, y a los 32 inicia su primera terapia de desintoxicación. Gana en confianza.

Pero la vida vuelve a golpearle. Esta vez muy fuerte. Muere su mejor amigo y a los dos meses a su madre le diagnostican un cáncer incurable que sólo le concede siete meses de vida. Pedro la acompaña durante su agonía y sólo se inyecta una dosis el día que entra en el centro para terminales. En los cuatro meses que pasa en el hospital no consume más. «En ese momento no me lo podía permitir», dice. Su madre acaba muriendo y Pedro aguanta siete meses sin drogarse, para sorpresa de los terapeutas. Al final la depresión puede con él y vuelve al infierno.

Su hermano, Juan Carlos, se convierte en el pilar que necesita.Y en el año 2000 recala en la Associació d'Ajuda al Toxicòman (AAT). Mariola, su educadora, Araceli, la coordinadora del centro, y Mª Jesús, su actual terapeuta, le ayudan a dar el paso definitivo.Desde 2002, no ha consumido más, ha conseguido un trabajo como pintor y vive con su hermano.

Aun así, es consciente de que tiene que mantenerse «vigilante»: «Sé que tengo que continuar aprendiendo, es una lucha constante que puede durar toda la vida, pero no con la misma intensidad.Todavía me cuesta valorar las pequeñas cosas y me siento muy vulnerable. Lo bueno es que ya no pienso en consumir».

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