Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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LA MUJER MAS ODIADA POR CARLOS V
CUANDO PADILLA MURIO DECAPITADO, SU VIUDA, MARIA PACHECO, ENCABEZO LA REVUELTA COMUNERA DURANTE CINCO MESES. MARIA TERESA ALVAREZ RESCATA ESTE PERSONAJE OLVIDADO E INSOLITO PARA SU TIEMPO EN UNA APASIONANTE BIOGRAFIA NOVELADA
MARIA TERESA ALVAREZ

Es probable que, si realizáramos una encuesta para evaluar cuántas personas conocen el nombre de la mujer que mantuvo vivo el movimiento comunero en Toledo durante más de cinco meses, nos encontráramos con el sorprendente dato de un total desconocimiento sobre la identidad de este personaje histórico. Es cierto que no corren buenos tiempos para las Humanidades y que con toda seguridad la ignorancia sobre nuestra historia será amplísima y abarcará a muchos de sus protagonistas, aunque es evidente que cuando se trata de personajes femeninos el olvido es mayor.

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Muchas veces conocemos la identidad de personalidades destacadas del pasado porque los nombres de algunas de las calles de nuestras ciudades nos las recuerdan. En Madrid y en otras localidades nos podemos encontrar con las de Padilla, Juan Bravo y Maldonado, los tres capitanes comuneros que murieron decapitados en la localidad vallisoletana de Villalar un 23 de abril de 1521. Sorprendentemente, el nombre de María Pacheco, la mujer de Juan de Padilla, no merece tal distinción. Y no la merece a pesar de que defendió con el mismo valor e idéntica fuerza que los miembros más destacados de la Comunidad los ideales comuneros.

Puede entenderse que en su tiempo nadie consiguiera explicarse el comportamiento de una mujer a la que calificaron de «ambiciosa, vengativa, hechicera... y loca». La inteligencia y el valor no eran, en aquel tiempo, virtudes propias del sexo femenino y alguno, como fray Antonio de Guevara, reconocido enemigo de la causa comunera, no duda en culpar a María Pacheco de la muerte de su marido cuando afirma: «Descendiendo vos, señora, de parentela tan honrada, de sangre tan antigua, de padre tan valeroso y de linaje tan generoso, no se qué pecados fueron los vuestros para que os cupiese en suerte marido tan poco sabio y a él cupiese mujer tan sabida. Suelen ser las mujeres piadosas, y vos, señora, sois cruel; suelen ser mansas, y vos sois brava; suelen ser pacíficas y vos sois revoltosa, y aun suelen ser cobardes y vos sois atrevida».

LAS CRITICAS DE LUIS VIVES

Aún más duras que las palabras del fraile franciscano son las transcritas por el reconocido pensador valenciano Luis Vives, que no permanece ajeno a la actuación de su contemporánea y en uno de sus libros se ocupa de ella haciéndose eco de lo que, según él, el común de la gente comentaba acerca del proceder de María Pacheco. Y así escribe: «Fue dicho de todo el mundo que con razón fue Padilla castigado del rey, por no haberlo sido de él su mujer».

Asusta un poco leer estos párrafos aunque tengan 500 años. Acusan a Juan de Padilla de no haber sabido castigar a su mujer como merecía. No es extraño, pues, que lo califiquen de tonto porque suponen que fue su mujer la instigadora de su conducta. Sin embargo de los otros dos capitanes comuneros que mantuvieron un comportamiento similar al de Padilla y que al igual que él fueron ajusticiados en Villalar, nadie dice nada. También estaban casados, sólo que sus mujeres no manifestaron sus sentimientos en público ni tomaron postura alguna después de la muerte de sus esposos.

María sí lo hizo y ahí radica su pecado. Con tal de afear y denigrar su conducta no dudan en atacar y menospreciar la personalidad de su marido. Sobre Bravo y Maldonado se guarda silencio. Ellos eran responsables de sus acciones pero Juan de Padilla, no. Él obedecía las órdenes de su mujer. ¿Cómo explicar si no la reacción de María al asumir el mando de los comuneros en Toledo? Y si no era ella quien mandaba, a Juan de Padilla le estaban bien empleadas las descalificaciones hacia su persona, por haber permitido a su mujer opinar sobre temas que sólo eran competencia de hombres.

NACIDA EN LA ALHAMBRA

Hoy resulta totalmente ridícula la crítica de la que fue objeto María Pacheco, aunque en aquellos momentos su actuación impresionó a todos. Ella fue la única mujer condenada a muerte por su participación en la guerra de las Comunidades. Claro que ninguna otra se atrevió a participar en aquella prematura revolución. Porque María Pacheco era distinta.

Era hija de Iñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla y primer marqués de Mondéjar, y de Francisca Pacheco, hija del marqués de Villena, duque de Escalona. María nació en la Alhambra, en el palacio de Yusuf III, que los Reyes Católicos habían regalado a su padre, después de la conquista de Granada, al nombrarle capitán general del sur. María recibió una esmerada educación, conocía varios idiomas y accedió a la cultura renacentista de la mano de uno de sus maestros, el italiano Pedro Mártir de Anglería.

María estaba capacitada para protestar contra aquello que no le gustaba. Ella presenciaría desde Toledo la complicada situación política que Castilla atravesaba después de la muerte del Rey Católico. La llegada de Carlos I, nieto de don Fernando e hijo de la reina doña Juana -encerrada en Tordesillas-, era esperada con cierta expectación. Una curiosidad que muy pronto se convertiría en preocupación y más tarde en descontento.

Don Carlos dejó el gobierno de Castilla en manos de sus consejeros flamencos que tomaron posesión de todos los cargos importantes del reino, relegando a los castellanos. El descontento aumentaba sin cesar y la política fiscal, cada día más agobiante, hizo que comenzaran las reclamaciones de las ciudades.

EN LA BATALLA

Algunos vieron en la protesta comunera una añoranza del pasado, un intento de recuperar viejos derechos feudales y volver a la ya entonces casi superada del todo etapa medieval. Pero en la mente y en las palabras de los cabecillas de la revuelta y de la propia María Pacheco, aquello tenía más que ver con la aspiración a participar en las decisiones políticas para defender los intereses de Castilla y evitar que todo el dinero recaudado en la corona castellana saliera íntegramente con destino al imperio.

En los primeros meses de la revolución comunera María Pacheco no participó activamente en la lucha. Será a la muerte de Juan de Padilla cuando ella tome las riendas de la defensa de Toledo. María estaba muy enamorada de su esposo y compartía sus mismos ideales.

La decisión de María Pacheco al ponerse al frente de los comuneros no responde a ningún arrebato de locura, como se llegó a apuntar en su tiempo. Lo hace porque considera que no está todo perdido y, además, porque desea vengar la muerte de su esposo, Juan. De manera que, al grito de «¡Padilla, ¡Padilla!» se trasladó con sus fieles al Alcázar y desfiló con ellos por las calles de la ciudad convertida en la máxima autoridad de los comuneros de Toledo.

La prueba de que sus planteamientos eran serios y no respondían a la reacción furiosa de una viuda desesperada, como algunos calificaron la actuación de María, la tenemos en la contestación que ella da a los imperiales cuando estos tratan de llegar a un acuerdo prometiéndole la recuperación del buen nombre de su marido y la garantía de que toda su hacienda será respetada. María Pacheco no daría su conformidad mientras los virreyes no se comprometieran a que en la ciudad de Toledo no se volvieran a pagar alcabalas.

EXILIO EN PORTUGAL

María resistió en el Alcázar hasta que la situación se hizo insostenible, sólo entonces consintió en firmar unos acuerdos que, como ella sospechaba, los realistas no tenían intención de cumplir.

Ayudada por su cuñado y por su hermana, el 3 de febrero de 1522 consiguió salir huyendo de Toledo, amparada en la oscuridad de la noche. Después de varios días logró llegar a Portugal.

Todo se había perdido para la causa comunera y María se enfrentaba al desgarro que siempre supone la vida en el exilio. Fue condenada a morir en el cadalso. Pero nunca sería ejecutada la sentencia, porque a pesar de las insistentes reclamaciones de las autoridades españolas, el rey de Portugal, Juan III, no consistió en conceder la extradición de la mujer más odiada por Carlos V. Asumió su comportamiento y jamás se doblegó para pedir perdón.

María murió en la miseria cuando aún no había cumplido los 35 años. Pudo haber disfrutado de una posición relevante en la corte, pero varios factores confluyeron para que tomara parte activa en la complicada situación política de su tiempo. Creo que nadie puede negar que María Pacheco merece, por derecho propio, un lugar en la Historia.

La comunera de Castilla

, biografía novelada sobre María Pacheco, escrita por la autora de este artículo, la periodista y escritora

María Teresa Alvarez

, sale a la venta el próximo miércoles publicada por La Esfera de los Libros.

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