En el palacio de Dueñas de Sevilla todos están contentos. Después de unos días de incertidumbre y tensión, las cosas han vuelto a su sitio. La duquesa se recupera de forma asombrosa de una operación practicada en el canal de la columna vertebral, por un estrechamiento que oprimía los conductos nerviosos y dificultaba su movilidad por momentos. De haber retrasado la intervención unas semanas más, Cayetana estaría condenada a una silla de ruedas, perspectiva que espantaba a la aristócrata, preocupaba a sus hijos y creaba cierta incertidumbre sobre el futuro de la casa ducal con más renombre de España. Hace sólo unos días, en un restaurante, la duquesa apenas podía llevarse el cubierto a la boca. La gente de Sevilla, que la quiere y respeta, miró hacia otro lado para no ser testigo de tan penosa situación.
El cirujano Francisco Trujillo ha hecho un trabajo espléndido. En lugar de las tres horas previstas en el quirófano, el médico terminó su intervención en poco más de una hora. No quería que la paciente, de 81 años, pasara demasiado tiempo bajo los efectos de la anestesia general. Cayetana entró en la sala de operación a las nueve de la mañana y a las 11 ya estaba hablando con sus hijos. Ni se había enterado que la habían intervenido.
UNA PIZZA.
Allí estaban todos, excepto Cayetano, que llegaría más tarde, después de presidir en Bruselas una importante reunión de la Asociación Mundial de Jinetes. La duquesa estaba ya en su habitación a las ocho de la tarde, con fuerzas, buen humor y con muchas ganas de comerse una pizza. El médico le dijo que tomara lo que le viniera en gana.
Antes de ingresar, Cayetana había dejado a su perrito Flash en manos de Francisco, el chófer, que la lleva cada fin de semana a su finca El Carpio, en Córdoba, donde hace años montaba, horas y horas, a caballo. Francisco, un servidor de confianza, es quien la informa los domingos de cómo han ido las corridas de su ex yerno Fran Rivera y de Cayetano, el ídolo actual de la duquesa, invitado a menudo para almorzar en Dueñas o en Liria cuando la duquesa está en Madrid.
El fiel Francisco acercó el perrito a la habitación de la señora, que probablemente ya estará el fin de semana de vuelta a Dueñas, donde le espera una rehabilitación de unos dos meses.
«Mi madre está en plena forma, muy contenta. Y desde luego, sigue llevando la batuta, como siempre», ha comentado uno de sus hijos.
El martes después de la intervención, cinco de los seis hijos de la duquesa cenaron en el comedor del palacio de las Dueñas. Al día siguiente, se reunieron de nuevo para almorzar. No se sentaban en la misma mesa desde la Nochebuena anterior, única fecha familiar que todavía les une a todos en torno a la madre. Fueron unas reuniones distendidas. Los hijos de Luis Martínez de Irujo y Cayetana se llevan bien, cada uno tiene una personalidad diferente, cada uno tira por su lado y se respetan, aunque algunos de ellos creen que Cayetano es el preferido de la madre y, como tal, ha recibido de ella un trato de favor que discrimina a los demás.
MANO FÉRREA.
En el entorno de la familia también hay quien piensa que el día que desaparezca la duquesa, la Casa de Alba ya no será la misma. Ella es todavía un personaje que lleva sus asuntos con mano férrea y a la que nadie discute.
Carlos, el mayor, duque de Huéscar y futuro duque de Alba, será el jefe de familia, con todas las consecuencias. Como presidente de la Fundación que aglutina la propiedad de los palacios y de las obras de arte que conforman una de las colecciones privadas más importante del mundo, garantiza la integridad y la cohesión de todo ese patrimonio de incalculable valor. «Esta Fundación es la única manera de que la Casa de Alba funcione, nadie puede vender ni un cuadro», nos comentaba un día la aristócrata, obsesionada desde su infancia por mantener intacto el legado cultural heredado de su padre.
La duquesa, sin embargo, ya ha repartido algunos bienes a sus hijos. Desde los valiosos muebles de su piso de Venecia -algunos de ellos se los ha regalado a su ex yerno Francisco Rivera y a María Eugenia Fernández de Castro, ex mujer de Jacobo- a pisos en las calles cercanas al palacio de Liria en Madrid, Y también parte de la fortuna de su marido, aunque ella sigue siendo usufructuaria de bienes tan importantes como la casa palacio Arbaizenea, en San Sebastián.
Eugenia disfruta desde su boda de la finca La Pizana, cercana a Sevilla. Cayetano, de la finca Las Arroyuelas más una casa en las afueras de Madrid. Fernando, marqués de San Vicente del Barco, vive todavía en Liria, pero es dueño de «Las Cañas», una propiedad de inmenso valor inmobiliario a pie de playa y en plena Milla de Oro de Marbella. Una serie de sociedades agrupa el resto de los bienes de los Alba, como algunos edificios de oficinas en el centro de Madrid y empresas que comercializan los distintos productos agrícolas de las fincas.
Cayetana de Alba lo deja todo atado y bien atado. Al parecer, redactó su testamento hace unos 10 años cuando todavía vivía su marido Jesús Aguirre, quien la habría aconsejado en la buena dirección para evitar recelos y conflictos entre sus hijos.
«Creemos que la duquesa ha sido justa en sus disposiciones», asegura alguien muy cercano. Sus hijos no tienen que preocuparse. Aunque sin ella, la Casa de Alba será otra cosa».
