Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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Jaime Peñafiel

¿Venganza noruega?

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Quienes se dedican a la venganza conservan frescas sus heridas, dijo alguien. Algunos noruegos y cierta prensa del país nórdico no han perdonado el desaire que la Casa Real Española infligió a Eva Sannum, impidiendo que el noviazgo con el Príncipe Felipe prosperara. Después de que Mette Marit lograra convertirse en la consorte del Heredero, pensaban que otra conciudadana seguiría sus pasos con lo que, dentro de unos años, habría dos noruegas reinas de sendos países europeos. Pero, cuando el Príncipe tuvo que renunciar al amor de la Sannum porque el Rey Don Juan Carlos consideraba que no era la mujer adecuada para suceder a Doña Sofía, los súbditos del rey Harald, el propio príncipe Haakon Mágnum y Mette Marit, celestinos de aquellas relaciones, pudieron sentirse humillados por España y por la Familia Real Española. Mucho más, cuando se anunció el compromiso matrimonial de Felipe con Letizia. No lo entendían. Pensaron que la biografía de la modelo no era muy diferente a la de la periodista. Entre otros detalles «sin importancia», Eva nunca había estado casada. «¡Pasarán los años y no entenderé por que no me quisieron!», se ha lamentado la joven varias veces. También sus compatriotas y la prensa. Esta semana, una prestigiosa revista del país, Se og Hor, considerada como el ¡Hola! noruego, se inventaba, en el más amplio y despreciable sentido de la palabra, una historia con deseos de venganza, con ánimo de hacer daño, sobre todo, a la Casa Real Española. ¿Por haberse opuesto al noviazgo de Eva Sannum con el Príncipe Felipe? ¡Vaya usted a saber!

Como si la niña no tuviera padre

Hay que ser muy retorcido o muy ignorante para escribir que Letizia quería adoptar a su sobrina Carla, de 5 años, hija única de su hermana Erika, quien fue encontrada muerta hace dos meses en extrañas circunstancias, tan extrañas que sólo las conocen los destinatarios de las cinco cartas que dejó escritas antes de tomar la decisión de decir adiós: el juez, sus padres, sus hermanas, su ex compañero y padre de su hija y el joven con quien mantenía relaciones. Nadie más. Según el panfleto noruego, Letizia, a quien tanto afectó, lógicamente, la muerte de su hermana, había tomado la decisión de adoptar a su sobrina. ¡Cómo si la pequeña no tuviera padre, Antonio Vigo, el único responsable de la patria potestad! Pero, según la revista, la Casa Real lo ha impedido porque «Carla no es suficientemente fina y crearía demasiados problemas a la Familia». Se olvidan los noruegos que ellos tienen a la impresentable Mette Marit. Para la revista, esta «negativa» ha sumido a la consorte en una profunda depresión. ¿Cómo calificar esta desinformación? ¿De venganza? ¿De imbecilidad? ¿De chorrada periodística? Simple y sencillamente de gilipollez compartida por quien la ha inventado y por el director que la ha publicado.

No utilicemos tanto a los niños

Más de 100 fotografías, de los siete nietos de los Reyes Juan Carlos y Sofía, ofrecen esta semana las cuatro revistas más importantes del corazón: ¡Hola!, Semana, Lecturas y Diez Minutos. Algunas las elevan, incluso, a categoría de portada. Esta, para mi excesiva, proliferación de imágenes de niños choca frontalmente con esa ley de protección jurídica al menor, que no debe ser nunca utilizado para promocionar personas ni instituciones. Hace unos años, la inefable Anita García Obregón, ante la continua y permanente persecución de los paparazzis a su hijo Alessandro, nacido de las relaciones con el conde Lecquio, solicitó y obtuvo una protección jurídica sobre el niño, olvidando que, en 1993, lo presentó, en exclusiva, en la revista ¡Hola!. Desde entonces y para evitar posibles problemas, las revistas tapan siempre el rostro del pequeño. Muchos famosos, famosotes, famosillos, populares o conocidos han seguido el mismo camino abierto por la Obregón para «proteger» la intimidad física de sus hijos, amenazando, incluso, a los reporteros no sólo con recurrir a los jueces sino con romperles la cámara, como suele advertir Fran Rivera, con tono chulesco, cuando de una forma provocativa pasea a su hija por el coso de Ronda. Esta norma se aparca cuando los niños a los que, hipócritamente, se pretende proteger, aparecen en la exclusiva que papá y mamá venden en las revistas. Y ya sabemos que la exclusiva con niño se paga mucho más. Si fuera director de revistas, no se me ocurriría jamás tapar el rostro de un niño, hijo o no de famosos. Salvo que la imagen pudiera afectar a su intimidad o el protagonismo de este menor fuera consecuencia de actos delictivos o denigrantes de sus padres. Cierto es que esta ley de protección no es de obligado cumplimiento sino a petición de parte y siempre contra la prensa. Pero debía serlo. Sin salvedad alguna y aplicable a todos los menores: desde los nietos del Rey a los hijos de cualquier ciudadano famoso o anónimo. De todas formas, permítanme un ruego: no utilicemos tanto a los niños. Y si lo hacemos, que sea a cara descubierta, como los preciosos nietos de Sus Majestades. O todos moros, o todos cristianos.

CHSSSSS... ¿Será verdad que cuando ella no está, toda la familia, suegros y cuñados se encuentran más contentos y relajados? Será... En mi casa pasaba igual. ... No me puedo creer que haya despedido a la niñera porque, habiendo dado instrucciones de que a su hija nadie la viera no estando ella presente, ésta permitiera que la suegra, como abuela de la niña, lo hiciera. ¡Armó la de Dios! Eso dicen. ... Con lo que le costó dar el paso, enfrentándose a toda su aristocrática familia para vivir peligrosamente junto al hombre más golfo del país, ahora tiene que volver con las orejas gachas, la moral por los suelos y la dignidad hecha jirones. Como una hija pródiga. ... Aquel amor nunca tuvo razón. La falta de amor, ahora, tampoco. Todo ha sido un milagro. Milagro que duró demasiado. ... Según los americanos, cada siete años hay que cambiar de casa (en España es difícil), de coche (más fácil), de trabajo (un bien escaso) y de mujer. Algunos no esperan tanto. La pareja de nuestra historia lo ha sobrepasado un año. Se veía venir. Desde el primer día.

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