Mehta se está acoplando a la vida en Valencia. Como director del Festival del Mediterráneo del Palau de les Arts, que arranca el año que viene, el maestro estará vinculado un mínimo de tres meses por temporada a la ciudad española. Símbolo de esa aclimatación, el miércoles pasado se dejó ver por Mestalla donde asistió a la vuelta de los cuartos de final de la Champions League entre el Valencia y el Chelsea, y para hoy está previsto que asista en el Mercado Central a la fiesta que Prada realizará en esta ciudad y en la que participarán famosos como Demi Moore e Inés Sastre.

Partidario de aproximar al gran público la música clásica a través de propuestas como Los tres tenores o los conciertos de Año Nuevo de Viena, predica con el ejemplo y regresó al atril vienés este año. «Este tipo de cosas ayudan. Lo que no sería bueno es que sólo se hicieran discos así», matiza. El primero de los conciertos de Los tres tenores tuvo lugar el 7 de julio de 1990 en los antiguos Baños de Caracalla, en Roma, con motivo del final de la Copa Mundial de la FIFA 1990. Mehta dirigió a Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras, en un concierto que se realizó, recuerda, para recaudar fondos para la Fundación contra la leucemia de este último, y confirma lo dicho por Domingo, que no han ganado ni un euro por aquel disco.

«La compañía discográfica nos convenció de que los gastos de la grabación eran tan altos que al dividir los beneficios en cuatro partes no nos quedaría nada. Nos dijimos, 'bueno', y accedimos. Vendieron 20 millones de copias», resumía. «Eso sí, por el primer disco no cobramos nada, ¡pero por el segundo sí!», rió. «Eso sí que no lo dice Plácido [Domingo]», agregaba entre carcajadas.

Al mismo tiempo que realiza estas concesiones para la galería, Mehta ha apostado en el Palau de les Arts por óperas complejas. En concreto por Fidelio, de Beethoven, con la que abrió la temporada; y las dos primeras óperas de la Tetralogía El Anillo del Nibelungo, de Wagner, El oro del Rin y La valquiria, que estrenará el 28 y 30 de abril, y en la que cuenta con dirección escénica de La Fura dels Baus. La boca se le llena de elogios cuando habla de la compañía catalana. «Son maravillosos, extremadamente creativos», asegura. Está tan satisfecho de su colaboración que no sería extraño que repitiesen. Entre medias, el día 29, celebrará su 71 cumpleaños. Espera que su «buen amigo» Calatrava acuda al estreno. Se le han olvidado ya los retrasos de las obras del Palau de les Arts.

Mehta explicaba que apostó por óperas de primer nivel para el año inaugural convencido de la capacidad de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. «Me lo prometió Helga [Schmidt, la intendente del Palau de les Arts]. Ella y Lorin Maazel han seleccionado a los músicos. Es una mujer luchadora. En Valencia hay otra mujer igual de luchadora, la alcaldesa Rita Barberá. Es fácil trabajar con gente así». comentó.

Para alcanzar esta altura, dijo, hay una condición previa. «Si quieres alcanzar hoy una gran calidad, no puedes tener sentimientos nacionalistas. No puedes. Si el Valencia quiere ganar la Champions League, debe traer a gente de fuera. Mira al Chelsea. Sólo hay dos jugadores ingleses. En la Filarmónica de Berlín hay músicos de 17 países. La Filarmónica de Israel se llenó de músicos de la antigua Unión Soviética. Eso no quiere decir que no tengas músicos españoles. Hay buenos aquí. Las dos trompas, por ejemplo... Excelentes. Pero si no encuentras calidad, ve fuera a buscarla», señaló.

Si se le pregunta si el futuro del mundo de la clásica es Asia, sólo apunta: «El presente pasa por Asia. Mira una orquesta americana; al menos 20 ó 30 son asiáticos. Chinos, de Corea, Japón... No hay orquesta americana sin orientales. ¿Por qué? Porque ganan todos los concursos».

Esa promesa de excelencia, de que «el nivel nunca descendería», fue lo que le trajo a Valencia. Afianzado y seguro, Mehta apostó por óperas de las consideradas duras. «Son complicadas, cierto. En el caso de Fidelio es porque el estilo comienza en Haydn y va hasta Wagner. La orquesta tiene que afinarse en un estilo clásico y a lo largo de la ópera tiene que ir cambiando de estilo. Beethoven, como Miguel Angel, recibió una herencia de los clásicos, de Mozart y Haydn, y dejó la piedra fundacional del periodo romántico con la obertura Leonora», explicaba. «Como Miguel Angel, que con La Piedad alcanzó un hito en el Renacimiento y con la Capilla Sixtina marcó el inicio del Barroco», añadió. Un caso similar para él sería Schonberg. No encuentra, empero, nada parecido entre los compositores contemporáneos. «Después de la Segunda Guerra Mundial se abrieron muchos campos», apostilló.

El padre de Zubin Mehta, Mehli, fue violinista y director fundador de la Orquesta Sinfónica de Bombay. Es consciente de que son una excepción en su país, algo que aduce a la importancia de la música india. «Japón tiene una gran literatura, una gran pintura, pero no tiene una música tan fuerte. Su música nadie la conoce», decía.

Mehta es accesible y mundano. Sencillo. Bromea cuando le acercan unos discos para firmarlos. «Me alegro de que alguien los compre». Y aunque tiene prisa, mira constantemente de reojo su reloj, no le importa dedicar unos minutos a hablar de compositores.

Cree que «España culturalmente es una explosión». Es más, está convencido de que es más fácil que llene todos los días en Valencia con Wagner -de hecho no quedan ya entradas-, que en Florencia. Y recuerda. «Hicimos 'Las troyanas' de Berlioz, seis horas, un trabajo increíble, y vinieron sólo 600 personas».

Mehta abandonó los estudios de Medicina y marchó a Viena donde recibió clases de Hans Swarowski. Allí compartió clases con su buen amigo el pianista Daniel Barenboim. Cree que para un músico lo más importante no es la primera actuación, sino «conseguir que cada concierto le suponga una segunda invitación». Comprometido con la educación, ha fundado una escuela con el nombre de su padre para difundir música occidental en su país. «Si quiere hacerme una contribución económica, no lo dude», bromeó.