Existen en Africa dos lugares con un mismo nombre, Dajla. Uno de ellos se encuentra en Marruecos y el otro en Argelia, en pleno desierto del Sáhara. Este último es un campo de refugiados saharauis y toma su nombre del anterior, del que proceden sus gentes. Allí vivieron hasta que las tropas de ocupación marroquíes los expulsaron en 1975, después de que el Gobierno de España abandonara a quienes hasta ese momento habían sido sus «compatriotas», los saharauis. La que fuera la 53ª provincia española fue abandonada a su suerte y no encontró otro refugio que el desierto.
Ésta es la causa y el enclave elegido para la celebración de IV Festival de Cine del Sáhara, Fisahara '07, entre los días 11 y 15 de abril. Primero fue El-Aaiún, a éste le siguió Smara, luego Auserd y, por último, Dajla, el campo de refugiados más alejado de la civilización, el más árido y el más bello.
Sus gentes acogen al primer festival que ha nacido con la vocación de desaparecer: «Nos gustaría que ésta fuera su última edición, queremos celebrar el Festival del Sáhara Libre, el lugar del mundo que les corresponde a los saharauis», explica su director, Javier Corcuera.
Con el fin de reivindicar este propósito, periodistas, cineastas y demás gente solidarizada con la causa se ha desplazado hasta el Sahara posibilitando que la ocasión se haya convertido en una «ventana mediática» con la que recordar al mundo que los saharauis siguen esperando.
«El mundo de la cultura en general se ha volcado con el festival. Desde Almodóvar a Guillermo del Toro nos han prestado a sus actores, sus películas y todo lo que estaba en su mano», afirma José Taboada, el presidente de la coordinadora de las Asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui. El-Aaiún, Smara y Dajla han recibido así a Rosa Mª Sardá, Verónica Forqué, Guillermo Toledo o Carmelo Gómez, que no quisieron perder la oportunidad de conocer de cerca al pueblo saharaui.
«Los actores, como todos los artistas, tenemos un compromiso con la vida, una de nuestras funciones es la de proyectar un mensaje», comenta el protagonista de La noche de los girasoles.
La verdad y la montaña
«Cuando preparaba mi personaje para Territorio comanche oí decir a un reportero de guerra que si lanzas una verdad contra una montaña, no la oirá nadie, pero que puede que alguno de sus ecos alguien lo escuche. Sólo por ese alguien vale la pena el esfuerzo realizado».
El siempre reivindicativo Guillermo Toledo se unía a la moción afirmado que ésta era la única manera de que la problemática saharahui no cayese en el olvido. «La postura de Zapatero es vergonzosa», añadió el protagonista de Los dos lados de la cama refiriéndose al apoyo que el presidente ha mostrado al Plan de Autonomía de Marruecos «que pretende negar el derecho a la autodeterminación al pueblo saharahui», dijo.
Además de su presencia y sus declaraciones, los cineastas españoles también aportaron su trabajo, es decir, sus películas. Volver, Salvador o El laberinto del fauno fueron algunas de las cintas que los refugiados pudieron ver. Sin embargo, el verdadero protagonista fue el cine africano, al que está dedicada la presente edición. Dossier brillant, de Boubakar Diallo, o la tunecina Sabriya, de Sissako, fueron algunos de los títulos que se exhibieron. Pero fueron la cinta de docuficción Espera Fati!, de la española Ana Rodríguez, la que despertó más entusiasmo entre el colectivo saharahui. Jolgorio que se vio reflejado en la gran pantalla a través del relato de la vida de una familia del campamento de Smara. «Cada vez más gente quiere participar. Este año también contamos con la participación de América Latina y el próximo año también contaremos con cineastas del resto de Europa», afirmó Taboada.
Pero los cineastas no son los únicos artistas comprometidos: Maria Hasan, la cantante saharaui más internacional, ofreció un concierto en mitad de las dunas del Sáhara. Mientras los refugiados tocaban las palmas y coreaban sus canciones, los españoles asistían fascinados a una velada inolvidable. Amparanoia y el grupo de rai & rock Nour clausuraron el «encuentro entre pueblos», una iniciativa que «les ha servido para conocerse mejor y sentirse más cerca. Sólo queremos un Sáhara libre», añadió, siempre reivindicativo, Javier Corcuera.