Compaigne Linga
Obra: La kitchen. / Escenografía: Serge Pret. / Luces: Bert De Raeymaecker. / Escenario: Cuarta Pared. / 10 de abril.
Calificación:
Compañía Rafaela Carrasco
Obra: Del amor y otras cosas. / Coreografía y baile: Rafaela Carrasco y Daniel Doña. / Músicas: Pablo Suárez, José Luis López, Jesús Torres y Nacho Arimany. / Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. / Luces: Gloria Montesinos. / Escenario: Centro Cultural de la Villa. / 12 de abril.
Calificación:
MADRID.- El festival Madrid en Danza empezó bravo, con una bronca de cocina, y siguió por los sentimientos antecedentes al maltrato, aún sin corrupción. Pero es una edición bien nutrida y para todos los gustos. Bienvenido el aluvión.
Linga es un grupo feroz, que asusta literalmente. En una escenografía estilo Ikea, llena de posibilidades de luz, sonidos, objetos, los cinco bailarines vuelcan en la cocina su hostilidad como fieras en jaula. Se lanzan al abismo; dan y reciben golpes, se voltean y chocan sin reparar en daños. Enseguida el orden de la danza va afinando la bronca y llegan a estructuras donde la violencia se embellece con alcance espacial, acrobacia y sincronías de ritmo verdaderamente brillantes, hasta que los cuchillos vuelan junto a la mesa.
En dobles planos teatrales señalan lo irracional de este mundo de comodidades y rencores sordos mezclando recetas con relatos de violaciones, normas ergonómicas y golpes airados convertidos en partitura rítmica estupenda. En ese caos se encuentra la razón a tanto desgaste físico. Viene a decir que la violencia es un guiso como otro cualquiera; no hay más que llevarlo a ebullición.
La caída hacia el abismo pierde algo de su fuerza por la duración de los ejercicios de danza y en los descansos llenados con los típicos ejercicios de taller, donde se juega con objetos, construye metáforas visuales fáciles o se permite lo absurdo.
Rafaela Carrasco presenta Del amor y otras cosas dos años después de Una mirada del flamenco, en la que apuntaba todo un abanico de libertades estéticas y la firme convicción de que los estilos y las técnicas pueden desaparecer para formar un material nuevo y exclusivo.
Su pieza junto a Daniel Doña es un pensado paisaje poético, hecho con aspiración reductora, volcada en el envío de ideas y situaciones descriptivas. Avanza con los mismos criterios que la anterior pero se dificulta aún más, obligada a búsquedas más concretas: la pasión contenida, la sensación del amor, su necesidad, su vivencia, el olvido y la memoria, se expresan en un racimo de escenas aisladas e hiladas a la vez.
El vestuario y la música son elementos activos de esas imágenes de estados emocionales: un jersey siamés es la ligadura al otro, una chaqueta masculina por delante y bata de cola por detrás resume el recorte de espacio vital.
El pulso del piano y la cuerda es motor de contemporaneidad que se inserta bien en lo flamenco, todo interpretado de forma justa. Mientras que los finos mástiles verticales que bailarines y cantaores van inclinando para pasar hoja al poema, dan el absoluto del tema amoroso.
Carrasco y Daniel Doña pertenecen al grupo de bailarines jóvenes, cualificados e inquietos, que han pasado a terrenos creativos valientes desde el flamenco y la técnica contemporánea. Dejarse atrapar por este trabajo exige no quedarse en la belleza de sus bailes magnéticos, y hacer un esfuerzo mental de búsqueda de las razones de cada gesto, enfoque y acción simbólica, para valorar la dificultad de esta propuesta.