RACING 2
REAL MADRID 1
Toño
Pinillos
Rubén
Garay
C. Fernández
Scaloni
Colsa
Vitolo
Serrano
Munitis
Zigic
Cambios: Melo por Colsa (min. 70)
Juanjo por Serrano (min. 90
s.c.
Casillas
Sergio Ramos
Helguera
Cannavaro
Marcelo
Emerson
Diarra
Higuaín
Raúl
Robinho
Van Nistelrooy
Cambios: Reyes por Higuaín (min. 75)
Mejía por Robinho (min. 87)
s.c.
Guti por Raúl (min. 87)
s.c.
Arbitro: Turienzo Alvarez
Tarjetas amarillas: Serrano, Ramos, Helguera (2), Munitis, Guti.
Tarjetas rojas: Helguera (min. 87), Mejía (min. 93).
Goles: 0-1: Raúl (min. 32). 1-1. Garay, de penalti (min. 72). 2-1: Garay, de penalti (min. 89)
EL SARDINERO. LLENO.
Avanzó el Real Madrid hacia el liderato hasta que un árbitro le frenó en seco y decretó su derrota en El Sardinero. Sí, por supuesto, su fútbol no fue un catálogo de virtudes porque no se espera lírica en este equipo plano y metálico y porque su entrenador no encaró el partido y sus circunstancias con valentía. En caso de duda, siempre miró hacia atrás. Pero lo cierto es que durante muchos minutos, el Madrid fue increíble líder de la Liga gracias a un gol de Raúl y a algunos ratos en los que el equipo mantuvo el partido bajo estricto control. A 20 minutos del final, todo parecían tenerlo solucionado los madridistas. Pasado ese tiempo, el Real se marchó derrotado e indignado, con dos jugadores expulsados y dos penaltis pitados en contra. Y los sueños, sueños son.
El primer penalti fue una invención de Scaloni, que soltó el anzuelo cuando sintió el aliento de Diarra a su espalda. Se arrojó al pasto como si le hubieran disparado y el árbitro optó por picar el anzuelo. El segundo, por agarrón de Cannavaro a Zigic sí pareció falta, aunque ese tipo de contactos no siempre se pitan. En ese momento, el Real ya estaba desquiciado.
En plena vorágine de acontecimientos, el árbitro expulsó a Helguera por doble amarilla, menos que rigurosa la segunda, y a Mejía por una entrada a Munitis. El Madrid, que había tenido el partido en su mano, acabó roto porque Garay aprovechó su precisión desde el punto de penalti para sellar la remontada. En el mar de errores arbitrales, el Madrid tuvo su cuota de responsabilidad. Cedió demasiados metros, se echó atrás con exceso de prudencia y permitió que el Racing resucitara. Es lo que tiene seguir confiando en una filosofía como la de Capello, tan alejada del ideario blanco.
El Real se permitió soñar. Sí, con un fútbol espeso, aunque ayer no fue uno de los días peores, con un entrenador al que quisieron echar hace un mes, jugando a veces a una cosa que no parece fútbol. Todo lo que se quiera. Pero como este deporte no hay quien lo entienda, este equipo estuvo a punto de acabar el día como capo del torneo.
Antes del grave fallo de Turienzo, el partido había quedado marcado por otro error estrepitoso. Garay, letal después desde los 11 metros, decidió hacer suya la causa madridista y, con el balón perfectamente controlado en el interior de su área, firmó un pase de gol. Entregó a Higuaín con delicadeza y respeto y el atacante, sorprendido pero no estúpido, hizo lo correcto. Conectar con Raúl que llegaba desde atrás, situado en su nueva zona de segundo punta, y que remachó con la izquierda. El balón pasó bajo el cuerpo del arquero Toño, que tampoco estuvo muy afortunado.
No estaba siendo el peor partido del Madrid, que exhibiciones más negativas las ha ofrecido a toneladas. Aún con sus rémoras, parece haber encontrado un punto que le permite ofrecer una imagen menos lúgubre de lo habitual. Capello alineó a todos sus legionarios. A Cannavaro en defensa y a Emerson y Diarra en el eje. Con Guti en el banquillo y Robinho más perdido que de costumbre en ataque, pero entregado a ingratas labores defensivas, era complicado pensar en acciones desequilibrantes. Pero el caso es que el equipo defendió más arriba que de costumbre e incluso tuvo ratos en los que controló y tuvo posesión de balón. Con escasa profundidad y con errores en el pase. Pero al menos parecía viva la intención de no dejarse dominar.
El Racing arrancó a toda velocidad, con robos rápidos y balones a los extremos. Munitis apareció a babor y estribor, se asoció con todo el mundo e incordió como siempre. Pero no encontró a Zigic. El serbio se movió con más torpeza de lo habitual y tampoco le buscaron tanto por arriba como cabía esperar. Los centrales madridistas no se lanzaron a la yugular sino que prefirieron medir y esperar la mejor ocasión para anticiparse al coloso. No hubo errores en las ayudas y en las coberturas y Helguera, antes de la expulsión, firmó un partido imperial.
Tras el impacto de los primeros minutos, el Madrid comenzó a sentirse cómodo. Se tapó atrás y, aún con la lentitud de un elefante dormido, se hizo con el balón y comenzó a descubrir las carencias de un Racing poco ajustado en defensa y sin referencias para salir a la contra. Munitis tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para arrancar desde el centro y llegar al área rival mientras sus compañeros miraban.
El Madrid no se sintió dominado y hasta se atrevió a mirar al área de Toño, que estuvo a punto de tragarse un tiro lejano de Diarra y que no ofreció seguridad a sus defensas. De vez en cuando el Racing soltaba algún latigazo, siempre por la persistencia de Munitis, pero Iker Casillas vivía con cierta tranquilidad y sin necesidad de buscar su capa de superhéroe.
El Racing tardó en coger el hilo tras el descanso. El equipo de Portugal pareció incapaz de forzar a los imprecisos centrocampistas del Madrid con una presión continua y ordenada. Además, se perdió en un exceso de balones directos y frontales ya con la clara intención de aprovechar la altura de Zigic.
Sin embargo, el miedo de un Madrid cada vez más echado atrás y la negra mano arbitral sellaron el destino de un partido que parecía decidido. El primer penalti dejó al Madrid sin respuesta. Tras un amago de reacción y una contra mal resuelta por Van Nistelrooy, se acurrucó junto a su área y se vio claramente superado por un Racing enfebrecido y resucitado, con más fútbol desde la entrada de Melo. Garay acertó con el segundo y al Madrid sólo le quedaron el pataleo y la indignación.