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Cuando un amigo te traiciona, el resto de dolores se desvanece (Anónimo) |
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FUTBOL |
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¿Quién pegó primero? |
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UN JUGADOR INFANTIL ASTURIANO DE 13 AÑOS, SANCIONADO CON NUEVE MESES POR AGREDIR A UN ARBITRO EL CLUB DICE QUE EL COLEGIADO LE DIO ANTES |
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EDUARDO J. CASTELAO
Campo de fútbol de La Marzaniella, en Trasona (Asturias). Sábado 17 de marzo. 19.00 horas. El equipo local, el Centro Cultural Trasona, gana por 3-2 al Inespal. Es un partido de tercera división infantil (niños de 12 y 13 años). Llegando al final, una ligera pendiente en una de las esquinas origina una discusión que termina con un jugador local -pongamos que se llama Javier- expulsado y con el árbitro en un centro de salud y en la comisaría tras ser agredido por ese chico y por un espectador. Diez días después, el pequeño, de 13 años, es sancionado por el Juez Unico del Comité de Competición de la Federación Asturiana con... nueve meses sin jugar al fútbol. Tres meses más que David Navarro.
«Es injusta», advierte el presidente del Centro Cultural Trasona, Miguel Nieto, a la espera de finalizar un recurso para intentar que le rebajen la condena al muchacho. Se trata, reconocen en la Federación Asturiana, de la mayor sanción para un niño tan pequeño. «Habíamos puesto este tipo de castigos, pero en categoría senior y siempre por hechos considerados muy graves», reconocen. ¿Qué pasó para que un niño tan pequeño reciba una sanción tan grande? En función de la puerta a la que se llame, las versiones difieren.
Habla, de nuevo, Miguel Nieto. «Hay un córner a nuestro favor. En la zona donde se sacaba hay un poco de pendiente y el balón no se está quieto. El árbitro piensa que estamos perdiendo tiempo y entonces el chico -Javier, por ejemplo- le dice que se acerque a ver el desnivel. El árbitro le amenaza con sacarle la segunda amarilla, se la saca, y hay una serie de aspavientos por parte del chico. En ese momento, el árbitro le agarra de la camiseta y le golpea». Según el presidente, Javier tuvo que llevar un collarín durante 10 días. Nada que ver este relato, claro, con el que hace el propio árbitro.
«Era el minuto 71 de partido. El jugador ve que le voy a amonestar, me tira las tarjetas al suelo y me golpea en el cuello. Yo me defiendo y entonces salta un espectador de la grada y me da un puñetazo en la espalda», cuenta Iván, también muy joven, 16 años, que empezó este año a pitar animado por un amigo y ni siquiera un incidente como éste lo va a apartar del silbato. Decidió, insiste con la voz firme, «meterme en el vestuario para redactar el acta y llamar a la Guardia Civil». Los agentes tomaron los datos del espectador que lo agredió, y esa misma tarde Iván se fue al centro de salud, donde le diagnosticaron una contusión cervical y le pusieron otro collarín. De ahí, junto a sus padres, directo a la Comisaría de Avilés a presentar una denuncia contra el espectador que le dio un golpe.
Él mismo dice que sus lesiones vienen de ese golpe, y no por el que le dio Javier. Entonces, ¿por qué una sanción tan elevada? En la Federación dicen que su único instrumento para sancionar es el acta de los partidos y el testimonio del equipo rival, de modo que decidieron, en virtud de los artículos 34 y 62.2 de sus reglamentos, imponer esa sanción de nueve meses y un partido -sí, nueve meses y un partido- «por agredir al árbitro, necesitando éste asistencia médica», según reza en la resolución. Tiene que ver la magnitud del castigo, según algunos ex árbitros consultados, con el hecho de intentar proteger a una especie, los colegiados, en vías de extinción.
Cada vez hay menos niños que quieran ser jueces en campos de fútbol donde la seguridad no es precisamente una virtud. A la mayoría de la gente no le merece la pena desplazarse, pitar durante una hora y redactar un papel por los 17 euros que cobra, por ejemplo, Iván. Por eso, cualquiera que pierda una mañana de domingo en un campo de regional verá a hombres y mujeres sexagenarios, muchos inmigrantes, jovencísimos chicos pitando en categorías sénior... «Pero pon que el niño es el primer agredido», insite el presidente del Centro Cultural Trasona, y concluye Iván: «Así no se puede seguir».
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