Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
ESPAÑA
 
POLITICA EXTERIOR / La polémica
Zapatero define como «caladeros marroquíes» a las aguas del Sáhara
Por dos veces utilizó esa expresión en un mitin en Tenerife para referirse al acuerdo pesquero que incluye el banco sahariano Una persona fue expulsada por acusarle de «vender el Sáhara» y 50 más protestaron junto al recinto
MANUEL SANCHEZ. Enviado especial

TENERIFE.- El presidente del Gobierno calificó ayer genéricamente como marroquíes los caladeros donde van a pescar los barcos gaditanos y canarios, aunque una parte de ellos pertenece al Sáhara Occidental. Esto provocó, entre otras cosas, que el gran anuncio que venía a publicitar a Canarias José Luis Rodríguez Zapatero, relativo a que 37 barcos de las islas podrán volver a faenar «en los caladeros marroquíes» -sin especificar, en dos ocasiones, que algunos están en aguas saharauis- se le volviese en su contra, al encontrarse una protesta, pequeña pero muy organizada, en favor de los derechos del pueblo de la ex colonia española.

El incidente se produjo durante su intervención en Santa Cruz de Tenerife, para clausurar la Convención Autonómica del PSOE, cuando el presidente relataba los compromisos cumplidos con Canarias.

En un momento de su intervención, Zapatero afirmó: «Y también se han conseguido cosas que no hemos comprometido, pero que ponen en evidencia nuestra política exterior. Esta semana hemos visto cómo salían barcos de pesca desde Cádiz y poner rumbo a los caladeros marroquíes...».

«¡Para vender el Sáhara!», se oyó claro y nítido en la sala donde se celebraba el acto.

Entonces, todas las miradas se dirigieron a un señor corpulento, sentado en una de las escaleras centrales, donde había desplegado una bandera saharaui. Se trataba del vicepresidente de la Asociación Amistad con el Pueblo Saharaui, Alberto Negrín.

A Zapatero se le vio apurado, pero siguió el discurso: «Sí, y 37 barcos canarios también van a poder salir a pescar lo que representan los caladeros de Marruecos», insistió, mientras que el autor de la protesta era sacado del recinto a pulso por cuatro miembros del equipo de seguridad, reclamando que las aguas a las que se había referido Zapatero eran saharauis y no marroquíes. Negrín fue trasladado a dependencias policiales.

Más relajado ya, Zapatero siguió con su discurso promarroquí: «Esto es fruto de haber pasado de una posición de enfrentamiento, a una posición de cooperación con nuestros vecinos. Y es una garantía para lo que representan los intereses de nuestro país, hacer una política exterior de cooperación con todos, con Marruecos y con Argelia».

A la salida, la protesta continuaba en la calle. Medio centenar de personas, con banderas del Sáhara, no se cansaban de gritar: «¡Zapatero, el Sáhara no se vende!».

Desde el Partido Popular, Gustavo de Arístegui criticó la «cesión constante» del Gobierno español respecto al apoyo concedido a Marruecos en relación a la propuesta de autonomía presentada por Rabat en relación al Sáhara Occidental. «Estamos viendo cómo este Gobierno no sólo deja de defender los intereses de España, sino también cómo Zapatero ha debilitado la presencia internacional del país en un acto de aquiescencia», criticó De Arístegui en declaraciones a Europa Press.

En esta misma línea, aseguró no entender la posición del Gobierno español en materia de política exterior, caracterizada por su «falta de transparencia». «No cabe duda de que tenemos que llevarnos bien con nuestros amigos marroquíes, pero la defensa de los intereses de España no va a perjudicar nuestra relación, sino al contrario», aseguró.

En el resto de su intervención, Zapatero incidió en su idea de España y dio la vuelta, como si de un calcetín se tratara, al eterno debate entre PSOE y PP sobre el modelo territorial, al afirmar que sólo su partido tiene «un proyecto y una visión común de España, mientras que el PP, como se ha visto en los estatutos, dice una cosa en cada sitio; aquí sí, aquí no». Para Zapatero, esta concepción del modelo territorial es un motivo para votar al PSOE, pero dio más: «Lo más decisivo de las próximas elecciones es quién gestiona las leyes sociales. Y más importante de cuántas alcaldías va a tener un partido u otro, la clave está en que hay cuatro años para desarrollar estos proyectos, como la Ley de la Dependencia, y su gestión la desarrollará mejor un Gobierno socialista».

Luego habló de la reforma en RTVE, de la Ley de Publicidad, no olvidó recordar los buenos datos económicos y, en especial, aleccionó a sus candidatos sobre cómo hacer la campaña: «Sin insultar y sin descalificar». De hecho, él dio ejemplo al no decir una sola palabra del 11-M -pese a la ofensiva de su partido esta semana- y al pasar de puntillas por el escándalo de Melilla con la supuesta falsificación de votos: «Espero que las elecciones sean plenamente democráticas y limpias, y que nadie intente usar métodos fraudulentos», se limitó a decir.

Eso sí, ocupó una buena parte de su interminable discurso -de 45 minutos- en justificar su Gobierno y su forma de gobernar. Y, lógicamente, se deshizo en elogios hacia el candidato de Canarias, Juan Fernando López Aguilar, de quien dijo que «va a barrer toda la corrupción y a todo aquel que use el cargo público en beneficio privado».

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