Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
MUNDO
 
TESTIGO DIRECTO / MOSCU
Kasparov detenido en Moscú en una protesta contra Putin
Detienen al ex campeón mundial de ajedrez cuando encabezaba una marcha no autorizada / Un desmesurado cordón policial formado por 9.000 uniformados toma el centro de la capital rusa
DANIEL UTRILLA. Corresponsal

El ex ajedrecista Gari Kasparov, comprometido desde hace dos años en una partida política para unir a la dispar oposición al régimen de Vladimir Putin, protagonizó ayer en sus carnes algo parecido a un gambito, es decir, el sacrificio de una pieza de ajedrez (en este caso él mismo) para conseguir cierta ventaja sobre el tablero, si no política, sí al menos mediática.

Los 9.000 policías y antidisturbios que ciñeron ayer el corazón de la capital jugaron el papel de obedientes peones del Kremlin y no tardaron en echar el guante al ex campeón mundial de ajedrez, que sonreía con gesto irónico y mostraba las manos abiertas en señal de rendición cuando fue prendido. Al menos 250 personas fueron arrestadas durante la disolución de la marcha, que reunió a cientos de manifestantes de credos variopintos unidos bajo el grito común «¡Necesitamos otra Rusia!».

Sin duda, el ex ajedrecista, que anteayer cumplió 44 años, contaba con ser comido, sacrificado, tras su primer movimiento, pues su marcha de los disidentes no había sido autorizada por Moscú.

Tras pasar por las dependencias policiales, Kasparov fue trasladado a bordo de un furgón policial a un tribunal, donde fue acusado de lanzar soflamas antigubernamentales. «Se trata de una demostración de fuerza extremadamente violenta destinada a asustar a la gente», dijo Kasparov por teléfono móvil a la radio Eco de Moscú.

Cuando habían transcurrido 10 horas desde su detención, era puesto en libertad tras ser condenado a pagar 1.000 rublos de multa (unos 29 euros), según informa Reuters. «No se trata de la cuantía de la multa. Esto sienta un precedente, porque si vuelven a arrestarme podrían meterme en la cárcel», declaró el opositor al salir de los juzgados.

Fiel a su defensa india de rey que tanta fama le dio en los tableros (las negras tratan de consolidarse en el centro), Kasparov congregó a varios cientos de partidarios en la más céntrica plaza de Moscú (con permiso de la Plaza Roja).

Claveles y carteles

Aunque su mitin no estaba bendecido por el poder, el dispositivo policial-militar fue desmesurado para una concentración del todo exigua para una ciudad de 12 millones de habitantes. «¡Una Rusia sin Putin!», «¡Fascistas!», gritaban los manifestantes. Muchos portaban claveles. No queda claro si el objetivo del cordón era impedir que los manifestantes salieran del redil de la plaza o que el resto de moscovitas se unieran a los opositores, considerados «extremistas» por las autoridades.

«En el 93 teníais que haber estado protegiendo el Parlamento de los cañonazos, y no aquí ahora, cuando no hace falta». Un anciano armado con muletas increpa a una fila de antidisturbios con uniforme gris.

«¿Por qué se lo llevan?», le grita un hombre a un policía que mete a empellones a un joven en una furgoneta militar. Un fotógrafo se limpia su labio sangrante con un pañuelo tras haber probado el sabor de las porras. «No sé que les ha pasado a las autoridades. Han perdido el sentido», se quejaba el ex primer ministro, Mijail Kasianov, que aspira a concurrir a las elecciones de marzo de 2008 como candidato opositor.

Entre los policías se forman corrillos espontáneos de personas con ganas de hablar: «Kasparov es azerbayano», sostiene un joven de visera negra, convencido de que la sangre caucásica del ajedrecista le cierra las puertas del electorado ruso. «¿Y qué más da?», repone Nikolai, un ingeniero aeronáutico al borde de la jubilación que luce bufanda roja y gorro con orejeras. «Kasparov es una persona inteligente y muy válida». Otro espontáneo cambia de tercio: «En Madrid salieron millones de personas cuando lo de Irak y aquí nada». «La gente tiene el miedo en los genes tras siete décadas de comunismo», conjetura una fotógrafa pelirroja.

Ayer fueron los neobolcheviques de Eduard Limonov los que más fielmente respondieron a la llamada del ajedrecista. Otros grupos de oposición como la Unión de Fuerzas de Derecha o los comunistas del PC ruso se desmarcaron del ogro de Bakú al no compartir su radicalismo. Kasparov, que no aspira a ser candidato en las presidenciales, lucha en vano por unir a la oposición, incapaz de superar el vacío mediático en el que los mantiene el poder.

De todas las raras avis de la plaza, sólo las palomas se atreven a rebasar el cerco. Cascos y boinas se mezclan en uno de los extremos de la plaza, junto a la lujosa cafetería Piramid, donde los cafés son prohibitivos para la mayoría de los descontentos.

Muchos de ellos lucen ropajes raídos, dentelladas de la salvaje transición al capitalismo. En su mayoría son ancianos filocomunistas que se apuntan a un bombardeo con tal de criticar a los poderes que dejaron de ser paternalistas. Una paradoja, pues Kasparov es un reconocido antisoviético que durante sus años de gloria deportiva encarnó el reformismo de Gorbachov frente a la ortodoxia que simbolizaba su eterno rival, Anatoli Karpov. De súbito, decenas de manos señalan al cielo, donde se eleva una bandada de octavillas que un grupo de jóvenes suelta desde un tejado. A algunos ancianos les brillan los ojos y levantan las manos sedientas de revolución hacia la nevada de pasquines.

Sin embargo, un soplo de viento los devuelve al tejado del Piramid. La decepción dura lo que tardan los jóvenes en mostrar desde lo alto su pancarta, en la que llaman «prostitutas políticas» a los que secundan la marcha de Kasparov.

La secuencia de arrestos continúa y deriva en una escena que parece sacada de una película de Almodóvar: cinco travestis con tacones son arrestados en medio de las risas de los fotógrafos y de algunos policías antidisturbios, que -durante unos pocos segundos- ablandaron sus facciones de piedra.


EL 'OGRO DE BAKU'

De sangre armenia pero nacido en Azerbaiyán, Kasparov es apodado el 'ogro de Bakú'. Se nacionalizó ruso en 1990.

En 1985 se impuso a Anatoli Karpov y se convirtió con 22 años en el campeón mundial más joven de la Historia.

Conservó el título durante ocho años consecutivos.

Se retiró del ajedrez en 2005 para dedicarse a la política.

Desde entonces hace campaña contra el Kremlin y suele sufrir sabotajes.

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