Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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TERRORISMO SUICIDA / Ciudades como Argel, Casablanca, Kabul o Bagdad se convierten cada día en frecuente objetivo de islamistas radicales, que deciden inmolarse para combatir al enemigo
La expansión del horror kamikaze
FATIMA RUIZ

MADRID.- La existencia de una reserva de miles de jóvenes árabes dispuestos a saltar por los aires en nombre del islam se ha intentado explicar a la luz de distintos prismas en los últimos años. Existen tesis que bucean en causas que abarcan desde el desarraigo y la pobreza -uno de los kamikazes argelinos que se inmolaron esta semana era habitual de las comisarías de su arrabal de chabolas antes de buscar una muerte heroica estrellando su coche contra el Palacio de Gobierno-, a la especie de fanatismo nihilista que condujo a los acomodados autores del 11-S a estrenar una nueva era de terror derribando con aviones las Torres Gemelas.

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El Pentágono también ha ofrecido su propia teoría en un informe que su unidad de Inteligencia (CIFA) publicó el año pasado sobre un fenómeno pujante desde Irak a Afganistán y que comienza a inquietar al otro lado del Mediterráneo. Sobre todo tras la reciente conversión del Grupo Salafista de la Predicación y el Combate, que raras veces había recurrido a la figura del kamikaze, en Al Qaeda del Magreb. El documento del Pentágono hacía hincapié en las «ventajas» que ofrecía el martirio para muchos de estos terroristas, según su religión: «El suicidio en defensa del islam está permitido y el terrorista islámico es, por ello, un actor racional», concluía el informe Motivaciones de los terroristas suicidas musulmanes, recogido por Worldnetdaily. «Sus acciones le sitúan en un escenario de triunfo para él mismo, su familia, su fe y Dios», señalaba ese documento. «El kamikaze se asegura la salvación y los placeres del paraíso. Gana un grado de seguridad financiera y un lugar para su familia en el paraíso. Defiende su fe y ocupa su lugar en la larga línea de mártires que serán recordados como valiosos luchadores».

El perfil del terrorista suicida ha ido evolucionando en los últimos años. Primero fueron las mujeres, cuyo papel en los atentados suicidas se reducía a reivindicar con orgullo el sacrificio de sus hijos por causas como la palestina, las que comenzaron a protagonizar ataques. Más recientemente han sido niños, y más aún, niños deficientes los utilizados en estas siniestras prácticas en Irak, tal y como denunciaba hace unos días la agencia IRIN, dependiente de la ONU. Esos menores -vendidos por sus padres o arrancados de su familia con amenazas- son usados como cebo para distraer a las tropas estadounidenses o iraquíes, o bien sacrificados, como en el caso de dos pequeños a los que Al Qaeda condujo en marzo a la muerte en un mercado de Bagdad.

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