«Maldigo a aquellos que han hecho de mi hijo un asesino de inocentes», clamaba ayer Messaouda, la madre del kamikaze que estrelló el miércoles un coche bomba contra el Palacio de Gobierno en Argel.
«Maldigo a aquellos que me han privado de una tumba sobre la que llorar y recogerme en la memoria de mi hijo, despedazado por la explosión y que jamás tendrá una sepultura», gritaba rota de cólera y amargura.
A sus 50 años parecía ayer mucho más envejecida mientras permanecía plantada en medio del barrizal del El Maqaria, barrio cercano a Bach Djarah, uno de los bastiones del islamismo situado en la periferia este de Argel.
Messaouda vive en una barraca hecha de chapas, planchas y piedra en esta vasta barriada de chabolas de más de 300 casas en cada una de las cuales viven entre cinco y 12 personas.
Olvidados por el anárquico urbanismo del Gran Argel, viven en una indigencia total sin agua corriente ni electricidad, no lejos del final de línea del futuro metro de Argel y de su imponente taller de mantenimiento. La escalera monumental de esta estación aplasta literalmente el barrio.
«Mi hijo vivía la mayor parte del tiempo en Bourouba con su padre, que me dejó a mí para casarse de nuevo», continúa como excusándose Messaouda, con la cabeza envuelta en un pañuelo, y apretando nerviosamente la chaqueta de lana con la que se protege del viento glacial que barre el suburbio.
«Era vendedor de legumbres sin autorización. Se ponía agresivo con sus hermanas y hermanos y estuvo al menos 10 veces en prisión, pero no era practicante. Me sorprendí cuando vi su fotografía en la televisión», afirma.
Problemas con la policía
La imagen de Merouane Boudina, alias Mouaad Ben Jabel, a sus 28 años, con la cara descubierta, fue puesta en circulación por Al Qaeda en un sitio web islamista acompañando la reivindicación de los dos atentados que causaron en la capital argelina 33 muertos y más de 200 heridos. Los otros dos kamikazes, que se inmolaron contra una comisaría en Bab Ezzouar, al este de Argel, tenían el rostro envuelto con un turbante. La policía aún no ha encontrado su pista.
El hermano menor de Merouane, Achour (de 24 años), él mismo reincidente, reconoció que su hermano no era un ferviente musulmán. «Tenía todo el tiempo problemas con la policía por delitos de robo y comportamiento contrario al islam», añade.
«Todos vivimos en la pobreza en este barrio de chabolas, pero eso no es excusa para lo que hizo mi hermano ni para el terrorismo», añade Achour mirando la choza en la que se hacinan sus 10 hermanos y hermanas, abandonados a su suerte después de que su padre se marchara. «He bebido vino y he fumado hachís [con el suicida] y sé que no era un integrista religioso», interviene Liès, amigo de infancia del kamikaze y habitante del mismo barrio, que se levanta por debajo de la carretera en los pliegues del río Ouchaïeh, que sirve de alcantarilla a cielo abierto.
En una entrevista con varios medios de comunicación argelinos, el hermano mayor del kamikaze, Noureddine, que ejerce de fontanero y agente de seguridad, afirmaba que «sus socios en el atentado explotaron la ignorancia de Merouane, que no tiene nada en la cabeza».