Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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LA CARRERA AL ELISEO / La entrevista / JACK LANG Consejero de Ségolène Royal y diputado socialista
«Sarkozy provoca aversión y miedo a muchos franceses»
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Consejero especial. He aquí el cargo abstracto, distinguido y esencial que desempeña Jack Lang (Mirecourt, 1939) entre las bambalinas de la campaña individualista de Ségolène Royal. En realidad, sus atribuciones equivalen a las de un asesor áulico, cosmopolita y versátil que custodia a la candidata de los depredadores. Porque Jack Lang es el enlace simbólico con los tiempos de François Mitterrand -desempeñó la cartera de Cultura en la era de la Esfinge- y porque representa todas las garantías patrimoniales del partido sin merecerse el sambenito de elefante. Nos recibe en el cuartel general de la campaña. Un piso lujoso de aspecto masónico ubicado en el boulevard Saint-Germain. Es decir, en la orilla izquierda del Sena, donde siempre ha militado la progresía francesa y donde Lang juega con placer su papel de cancerbero.

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Pregunta.- Michel Rocard, primer ministro socialista con Mitterrand, ha propuesto una alianza entre Ségolène Royal y Bayrou para ganar a Nicolas Sarkozy. ¿Cuál es su opinión?

Respuesta.- No tiene el menor sentido hacer esta clase de alianzas antes del primer turno. Es una idea fuera de lugar.

P.- Pero el líder del UDF parece haber calado hondo en el electorado socialista. Se define como un candidato de unidad.

R.- Entiendo que Bayrou tenga que hacer equilibrismo. Sus ejercicios de contorsionismo político alojan un verdadero engaño. Bayrou ha colaborado con el Gobierno saliente en estos últimos cinco años. Bayrou ha sido ministro en tiempos de Balladur. Bayrou es la encarnación de derecha. Junto a Sarkozy representa un movimiento conservador. Se percibe la vocación de una alianza de ambos contra la izquierda.

P.- ¿Pero no lo considera una amenaza directa al PS?

R.- Los electores van a darse cuenta de que Bayrou está haciendo una mistificación de la derecha. No le niego su habilidad, pero creo que no va a perdurar en las urnas. Aunque no es una derecha tan peligrosa ni tan radicalizada como la que representan Le Pen y Sarkozy.

P.- ¿Los ubica a los dos en el mismo ámbito?

R.- Sospechosamente coinciden en muchos aspectos. Comparten esa visión autoritaria y esos valores exacerbados, retrógrados, intimidatorios. Sarkozy ha creado esa amalgama de inmigración y de identidad nacional. Representa un modelo que deja fuera a muchos millones de franceses. Y un presidente de la República no puede ser excluyente ni discriminatorio. ¿Cómo se explica que ni siquiera se atreva a pisar las periferias francesas? Sarkozy es el candidato de la división, de la crispación y de la confrontación. Sarkozy habla de ruptura y de cambio cuando ha sido ministro de Interior en el actual Gobierno. ¿Ruptura con qué? La única ruptura es la de la sociedad que él pretende. Por eso no puede ganar las elecciones ni sería bueno para los franceses que lo hiciera.

P.- ¿Y no tiene la impresión de que el peso de ala conservadora es mucho más abundante que la suma de la izquierda? Sarkozy, Bayrou y Le Pen constituyen juntos más del 65% de la intención de voto.

R.- Hay que eludir esos ejercicios de aritmética. Diferenciar que un juego es el primer turno y otro el segundo. Sabemos que Le Pen representa la extrema derecha, pero también nos consta que un tercio de sus votantes seguirían a Ségolène en caso de que la candidata socialista disputara la segunda vuelta en rivalidad con Sarkozy. Sarkozy provoca aversión. Da miedo a muchos franceses. Nos inquieta con su providencialismo.

P.- Usted apuesta por Ségolène Royal, pero se diría que el mismo Partido Socialista no reacciona demasiado leal ni homogéneamente en torno a ella.

R.- No hay que confundir la democracia interna con la desunión. Es positivo el intercambio de ideas. También es constructivo que la riqueza de personalidades en nuestro partido contribuya a crear debates internos. Yo puedo garantizar que existe una plena comunión en torno a la candidatura de Ségolène Royal. Tenemos verdadera fe en sus posibilidades.

P.- ¿Y no le ha sorprendido que hiciera una reivindicación tan apasionada de la Marsellesa y de la bandera nacional?

R.- El debate de la identidad no es igual a la derecha que a la izquierda. Le Pen y Sarkozy hablan en clave nacionalista. Defienden un modelo excluyente. Ségolène Royal lo hace con una visión integradora, volteriana.

P.- Parece, en todo caso, que la campaña se deja llevar demasiado por la improvisación.

R.- No es improvisación, sino capacidad de reacción. Es una de las grandes cualidades que ha demostrado Ségolène Royal en este proceso electoral tan agresivo. Mire, yo he conocido personalidades políticas de mucha envergadura. Y desde esta perspectiva puedo decir que nuestra candidata me ha impresionado. Es concreta, pragmática, determinada, constante. Sabe escuchar. Es una mujer de acción y de reflexión. Dos cualidades que rara vez se reúnen en una misma personalidad política.

P.- Y es mujer. Usted escribía un libro premonitorio hace 10 años: Mañana, las mujeres, se titulaba, en alusión a un futuro matriarcado.

R.- Es verdad. Creía entonces y creo ahora que la mujer tiene otra sensibilidad y otra generosidad. Está claro que los hombres lo hemos hecho muy mal. Por eso Ségolène Royal representa una oportunidad histórica.

P.- Ella misma se preocupa de reivindicar la figura de Mitterrand. ¿Cree que puede establecerse algún paralelismo?

R.- Es otra época, otra generación. Ségolène Royal encarna el equilibrio entre ética y estética. Es una mujer guapa. Y es un animal político que nunca ha descuidado la importancia de la honestidad ni de los valores. Porque el ejercicio político es una cuestión de armonía: la bella obra, el buen gusto, la sensibilidad...

P.- Cuestiones estéticas que le han llevado a escribir un libro sobre Lorenzo el Magnífico, que acaba de publicarse en España (ediciones Destino).

R.- Lorenzo el Magnífico es una figura apasionante. No tenía exactamente ningún cargo político, pero ejercía el poder con esa dimensión humanística y ese aura cultural. Lejos del modo conspiratorio como el de Maquiavelo. Tenía mucho mérito hacerlo en tiempos de guerra. Admiro de Lorenzo el Magnífico la audacia, el valor, la coherencia. Incluso la suerte. Fue el gran coloso político de su época. Y, en cierto modo, sigue siendo una figura vigente. Nada que ver con la vulgaridad ni con la trivialidad de un personaje como Nicolas Sarkozy. ¿Ha escuchado alguna vez a este señor preocuparse por la cultura?

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