Un think-tank. Ése parece haber sido el último obsequio que Shaha Alí Riza, la novia de Paul Wolfowitz, ha conseguido. Según informaba ayer The Washington Post, Riza es la única empleada que trabaja en la Fundación para el Futuro, un centro creado por la Administración de EEUU para dar ayuda financiera a la democratización de Oriente Medio. Desde la creación de la Fundación, hace un año y medio, su patronato sólo se ha reunido dos veces, y hasta la fecha no ha concedido ni una sola beca o ayuda financiera a ningún proyecto. A pesar de esa inactividad, la Fundación para el Futuro tiene un presupuesto de 41,5 millones de euros, dos tercios de los cuales corren a cuenta del Departamento de Estado.
Las nuevas revelaciones se producen cuando Wolfowitz parece en una situación insalvable por el trato de favor que ha dado a Riza desde que él fue nombrado presidente del Banco Mundial. Y, en medio de esa tormenta política, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la organización que dirige el español Rodrigo Rato, está tratando de celebrar su cumbre semestral. Una institución a la que el G-7, cuyos ministros de Finanzas se reunieron el viernes, ha pedido una reforma radical. Pero cuya agenda ha quedado parcialmente eclipsada, como suele ser habitual, por las agendas políticas de los países. Así, el minsitro de Economía Británico, Gordon Brown, acudía el viernes al G-7, pero lo que todo el mundo tenía en mente al pensar en él era la reunión que iba a celebrar con George W. Bush. Es la primera vez que el sucesor de Tony Blair se reúne con el presidente de EEUU.
Así, entre escándalos y política, comenzaba la cumbre del Fondo. El encuentro arrancó ayer marcado por las duras palabras del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry (alias Hank) Paulson, que el viernes declaró que «el mundo está cambiando rápidamente de nuevo. Para que el FMI siga siendo moderno y relevante, debe reinventarse». Paulson insistió en dos reformas para el Fondo. Una, que juegue un papel más activo en la coordinación de los tipos de cambio. Otra, que su accionariado refleje mejor el actual reparto de poder en la economía mundial. El G-7, en su comunicado, se compromete a «promover un ambicioso paquete de reformas audaces y fundamentales para que el FMI retenga su relevancia y legitimidad».
La inclusión de las políticas cambiarias en la agenda del G-7 ya fue anunciada hace un año, como una forma de lograr que EEUU y China arreglen su contencioso con la divisa del país asiático, el remmimbi, que, según Washington está infravalorada. Sin embargo, los avances en esa dirección desde entonces han sido mínimos. El cambio de la representación de los países en el FMI comenzó en septiembre al aumentar el peso de Corea del Sur, México, Turquía y China en la institución. Pero ahora el Fondo debe llevar a cabo una reforma más profunda.
|
