Domingo, 15 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6328.
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 OPINION
Editorial
ZAPATERO PONE EN EVIDENCIA UN VERGONZOSO ACUERDO DE PESCA

Lo que teóricamente iba a ser un acto de propaganda en Tenerife del éxito gubernamental en materia de pesca, se convirtió en el reflejo de la claudicación frente a Marruecos en el conflictivo asunto del Sáhara.

Zapatero no resistió a la tentación de jactarse en dos ocasiones de que los pesqueros canarios podrán volver a faenar en «los caladeros marroquíes». Un simpatizante del Frente Polisario le interrumpió y le acusó de «vender el Sáhara» por un puñado de pescado, lo que le valió ser expulsado de la sala.

El presidente del Gobierno cometió un flagrante error porque buena parte de las aguas en las que van a pescar los barcos canarios no son «marroquíes» sino que pertenecen al Sáhara Occidental al encontrarse al sur del paralelo 27'40º.

Así lo consideran diversas resoluciones y la Carta de la ONU, los pactos internacionales y los dictámenes de expertos independientes, que coinciden en que Marruecos no puede arrogarse la explotación de unas aguas que no forman parte de su soberanía porque están en litigio. Es la ONU quien debe decidir a quiénes pertenecen esas aguas, que contienen los bancos de pesca más ricos del mundo y que Marruecos viene explotando de hecho pero sin derecho reconocido alguno.

Zapatero se metió ayer en un lío sin necesidad porque podía haber eludido esa referencia expresa al carácter marroquí de las aguas. Pero el desliz de Zapatero no es más que la anécdota que sirve para ilustrar sobre el fondo del problema: el acuerdo de pesca suscrito en julio de 2005 entre la UE y Marruecos y ratificado en febrero pasado por Mohamed VI.

Ese acuerdo, por el que el país vecino permitía de nuevo a los barcos españoles faenar en Marruecos, incluye los caladeros del Sáhara Occidental. La UE y España cerraron los ojos a esa evidencia y aceptaron de hecho que Marruecos pudiera disponer de unas aguas que no eran suyas.

Las palabras de ayer de Zapatero han sacado a la luz ese vergonzoso acuerdo, que jamás debería haber sido suscrito por la UE. El Gobierno español lo consintió al mirar para otra parte y Chirac, que siempre ha apoyado las tesis del régimen de Rabat, lo aplaudió.

España abandonó el Sáhara en noviembre de 1975 y permitió a Marruecos que se anexionara su antigua colonia. Pero ningún Gobierno desde la muerte de Franco había reconocido la soberanía marroquí sobre esos territorios. Zapatero no ha dado formalmente ese paso, pero su política y sus gestos van encaminados claramente a un respaldo a las pretensiones de Mohamed VI.

La nueva posición del Gobierno de Zapatero no sólo nos parece un grave error político y estratégico sino que además deja en la estacada a la población saharaui que siempre ha confiado en que España defendería sus intereses y estaría a la altura de sus obligaciones.

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