JAVIER MEMBA
Roscoe Lee Browne fue narrador, merced a la gravedad de su voz, de la versión estadounidense de Epic movie (Jason Friedberg y Aaron Seltzer, 2007) que actualmente se exhibe con más pena que gloria en todas las carteleras españolas. Pero el buen cinéfilo prefiere recordarle por su creación de Philippe Dubois, el florista de Topaz (Alfred Hitchcock, 1969). Fallecido el pasado miércoles a consecuencia de un cáncer que padeció en los últimos años, el de Browne también fue un rostro harto conocido para el telespectador, pues, independientemente de su actividad cinematográfica, fue uno de los actores invitados más frecuentes en series tan populares como Los invasores, Manix, Starsky y Hutch o Enredo.
Hijo de un pastor batista, el joven Browne abandonó su Nueva Jersey natal para cursar estudios en la Universidad Lincoln de Pensilvania, uno de los más prestigiosos centros académicos para afroamericanos de aquellos días. Graduado en literatura en 1946, amplió estudios en varias universidades -incluida la de Florencia (Italia)- antes de regresar a la de Lincoln ya como profesor de literatura comparada. En aquellos años, el principal interés del futuro actor oscilaba entre la docencia y el atletismo. De hecho, llegó a ser un notable corredor de la media distancia. Habría de ser su voz, una de las más graves de la escena interracial estadounidense de comienzos de los años 50 la que le convirtió en uno de los principales actores de reparto del momento. Aún se recuerda su creación del Píndaro de un montaje de Julio César llevado a cabo por Joseph Papp en el primer festival de Shakespeare organizado en la ciudad de Nueva York. La prodigiosa voz de barítono de la que hizo gala entonces le llevó a ser uno de los rapsodas oficiales del clásico inglés, con el mismo aplauso que registró tanto pasajes de la Biblia como comedias de Broadway en numerosas grabaciones.
Tanta fue su actividad ajena al cine que bien puede decirse que llego tarde a la gran pantalla. Lo hizo en 1962 para dar vida al J.J. Burden de The Connection, un drama sobre la drogadicción dirigido por Shirley Clark. Ya encasillado como uno de esos actores de reparto especialmente dotados para dar vida a psicologías complejas fue el predicador de Terror in the City, una producción independiente que Allen Baron rodó en 1964. Pero fue en 1972 cuando compartió cartel con el gran John Wayne en John Wayne y los cowboys, un alegato contra el racismo dirigido por Mark Rydell que echa por tierra todas esas amenidades que se pronuncian alegremente sobre el falso afán discriminatorio de un actor cuya sola imagen sintetiza al cine entero.
Antes de que acabara 1972, Browne se puso a las órdenes de Bill L. Norton para encarnar al propietario del almacén de instrumentos musicales de Cisco Pike, una crónica del descenso a los infiernos de los excesos y la toxicomanía sufrido por la estrella del rock cuyo nombre daba título a la cinta. A partir de aquella creación, que bien puede entenderse como la aportación de Browne a esa generación que estaba cambiado Hollywood, el actor se dedicó con más frecuencia a la televisión. Lo que no le impidió, ya en épocas más recientes, intervenir en cintas como Los reyes del mambo tocan canciones de amor (Arne Glimcher, 1992), debut estadounidense de Antonio Banderas.
Roscoe Lee Browne nació en Nueva Jersey en 1926 y murió el pasado día 11 en el hospital Cedars-Sinai de Los Angeles (California).
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