Dicho esto, en Francia están al caer las elecciones presidenciales.En Cataluña, las municipales. Me he abstenido bastantes veces pero no tengo vocación abstencionista. La democracia de una persona un voto me parece el único sistema político mínimamente sensato (las democracias orgánicas, populares o asamblearias son una estafa execrable). En Barcelona lo tengo fácil: votaré a la ciudadana Esperanza García. Su nombre resulta incitante y su apellido, que llevan dos de mis tres hijos, es el más extendido, con diferencia, en toda Cataluña, desde los tiempos del Rector de Vallfogona.

En Francia lo tendría más difícil. Hay dos vueltas, como en las copas de fútbol, con 15 días de distancia entre la primera y la segunda. En la primera se puede elegir entre una docena de candidatos, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, ya decía Muñoz Seca que los extremeños se tocan. Se supone que en esa fase se puede votar por convicción. Para la segunda quedan solo los dos mejor clasificados. Toca, por tanto, votar en serio, por cálculo, lo que se considera el mal menor (Popper advertía que no se trata de elegir al mejor, no lo hay, sino al menos malo). Se supone que a la segunda vuelta -una nueva sorpresa Le Pen parece descartable esta vez- solo llegarán Sarkozy, político a medio camino entre Chirac y Le Pen, y (una u otro) Ségolène Royal, del Partido Socialista, o François Bayrou, centrista católico y propietario rural que fue ministro de Educación con el centro-derecha.Según los cálculos de quienes calculan -y pueden equivocarse-, si al segundo tour llega Royal, gana Sarkozy; si llega Bayrou, en cambio, gana.

Teniendo en cuenta esto y como buen ateo de izquierdas posibilista, si fuera francés votaría ya en la primera vuelta a Bayrou. Por si acaso. Para impedir que Sarkozy pudiera ser presidente, por supuesto. Pero sobre todo porque Royal rivaliza con Sarkozy en patriotismo: quiere que la gente saque al balcón la bandera tricolor el 14 de julio y que a los niños les hagan cantar en la escuela la Marsellesa. Sufrí eso de niño en Francia: odio himnos y banderas.Como Brassens el 14 juillet, l'Onze de setembre em quedo al meu llit calentet. Escribo este artículo el 14 de abril: a los himnos del título añado por supuesto el Himno de Riego republicano español.Y ya puestos, la Internacional. Como mucho, tras votar por Bayrou escucharía con indiferente respeto la Marcha Real española, porque no tiene letra: las letras hímnicas son sanguinarias.

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