Hacía tiempo que no la armaban. Y el aeropuerto de El Prat les ha brindado la oportunidad de volver a funcionar mientras reclaman vuelos internacionales desde Barcelona -a poder ser intercontinentales- y una gestión eficiente -a poder ser fuera de las redes de Aena-. Han metido presión a José Montilla y, quizás, a José Luis Rodríguez Zapatero después de captar la atención de la sociedad catalana durante un día y amenazar con erigirse en ente fiscalizador del funcionamiento de El Prat a partir de mañana mismo. Y quien dice del aeropuerto, dice de Cercanías o de las autopistas. «Porque pensamos lo mismo».
Es su fórmula escogida para demostrar que no confían en exceso de que los poderes políticos resuelvan sus problemas. Ni los de Barcelona, a los que habitualmente tildan de ineficientes; ni los de Madrid, a quienes acusan de no contar con Cataluña.
Pero al final, esa sociedad civil son menos de los que quieren aparecer. Los organizadores visibles del acto del IESE no son más que tres entidades: Fomento del Trabajo, la Cámara de Comercio de Barcelona y el RACC. Tres presidentes: Juan Rosell, Miquel Valls y Sebastià Salvadó.
«Pensamos lo mismo y, si ellos hacen algo, nosotros lo vamos a apoyar aunque no sepamos de qué va la cosa». La explicación da por hecha la amistad y la confianza ciega que se profesan los que están al frente de la elite empresarial catalana. Procede de alguien que forma parte de esa facción del oasis catalán que elude la política porque, es muy simple, puede llegar a ser más influyente desde los consejos de administración de las principales compañías españolas.
Una de esas personas que mueve hilos y que consiguió reunir el pasado 22 de marzo a cerca de un millar de personas en una ordenada manifestación de corbatas en el IESE concluida a golpe de canapé.
En definitiva, uno de los promotores del resurgir de la denominada sociedad civil catalana, ese conglomerado de instituciones no gubernamentales que vive en la endogamia y se mueve con cautela mientras cela información y poder. Figuras de todo color político, con algunas mayorías clásicas, que lamentan que «fuera de Cataluña no nos dejan ser españoles».
Sus agendas hicieron el resto. Consiguieron reunir la adhesión de otras 130 entidades empresariales, académicas, sociales y deportivas y otros prohoms (prohombres, en castellano) que se dejaron fotografiar en las primeras filas del auditorio: Ricard Fornesa, Isidro Fainé (La Caixa), Javier Godó (Grupo Godó), Leopoldo Rodés (MediaPlanning), Narcís Serra (Caixa Catalunya), José Manuel Lara (Planeta y Círculo de Economía) o Josep Oliu (Banco Sabadell).
Sedes en Barcelona
Pese al elenco de respetados apellidos, el acto del pasado 23 de marzo no es más consecuencia que una casualidad, el acreditado poder y una preocupación similar que hasta entonces no había sido compartida abiertamente. Fue producto de la casualidad y de los comentarios entre dos hombres que han unificado buena parte de las estrategias de la Cámara de Comercio de Barcelona y Fomento del Trabajo en los últimos cuatro años.
Rosell ha conseguido con Valls la sintonía que nunca logró con el anterior presidente de la corporación cameral, Antoni Negre, con quien mantuvo agrios enfrentamientos entre las dos principales asociaciones empresariales catalanas.
Fomento del Trabajo ha encargado a una serie de profesores del IESE un estudio sobre la importancia de los vuelos sin escalas entre Barcelona y Estados Unidos para que las multinacionales norteamericanas decidan ubicar sedes para Europa en la capital catalana. Rosell le comunicó sus intenciones a Valls y éste le habló de su deseo de efectuar algún proyecto relacionado con el aeropuerto aprovechando el debate generado acerca de si El Prat puede convertirse en un hub -centro internacional de enlaces aéreos- o no con la puesta en marcha de la Terminal Sur a partir de 2009.
El tercero en incorporarse a la terna fue el RACC. El club de automovilistas catalán ya había establecido algún núcleo duro junto a patronal, cámara de comercio y el influyente Círculo de Economía para criticar el déficit de infraestructuras que, en su opinión, padece Cataluña.
Es la sintonía del mismo calado que permitió que Rosell y Fainé, desde la pirenaica población donde veranean, redactaran el polémico documento en el que urgían al Gobierno de Pasqual Maragall y a la oposición de CiU a concluir cuanto antes la redacción del Estatut. Aquel texto también lo sellaban otros prohoms que tampoco podían faltar, y no fallaron, en las primeras filas del auditorio de la escuela de negocios. Miembros todos ellos, como dijo uno de los ponentes de la cita del IESE, Pedro Nueno, «nosotros, la sociedad civil».
Pero no todos
BARCELONA.- «Nadie puede atribuirse el nombre de la sociedad civil catalana, y menos una parte de la elite empresarial catalana».Manel García Biel, portavoz de CCOO de Cataluña, critica esa voluntad de arrogarse una definición mucho más global de lo que él considera que representan las 130 entidades que dieron su apoyo al acto sobre el aeropuerto. Su sindicato, a diferencia de su rival UGT, declinó unirse al encuentro y matizó su posición en lo que a El Prat se refiere. De hecho, la unidad no pudo ser tampoco total entre los presentes en el auditorio de la escuela de negocios barcelonesa. Pese a que había un deseo unánime de reivindicar un aeropuerto mejor, los diferentes modos de conseguirlo y los tonos a utilizar impidieron que se pudiera plasmar el deseo general en un manifiesto conjunto. Ahora, los miembros del Grupo de Trabajo de Infraestructuras (los tres convocantes más el Círculo de Economía) sopesan la posibilidad de relanzar el equipo con el mismo objetivo que les unió el pasado 22 de marzo. A ellos se les podrán sumar otros, pero pese a ello probablemente sigan siendo los mismos.