Por triste que sea, ahí se ganan las Ligas. En los días en que nada sale, en las tardes en que el rival se encierra y falta chispa, en los partidos que parecen destinados al empate.El Barça se enfrentó ayer a un equipo que está sumido en la angustiosa lucha por alejarse de los puestos de descenso, le ganó por un triste 1-0, y aburrió a su afición.
Y sin embargo, cuando Ramírez Domínguez pitó el final del partido, el Camp Nou estalló en un prolongado grito de euforia: Rijkaard cerró los puños, Valdés lanzó besos a un cielo que ayer estuvo de su lado como nunca, los jugadores se abrazaban en el centro del campo, el lesionado Belletti fue capaz de sonreír, pensando tal vez que había valido la pena su esfuerzo, y Puyol, el mayor de entre los ganadores que quedan en el vestuario azulgrana, se fue a la ducha aplaudiendo a la grada y cerrando los puños, como si acabara de ganar un título. Quién sabe, a lo mejor fue así.
La victoria llegó con la épica que habitualmente es propiedad exclusiva de los pequeños equipos: con Deco corriendo medio campo como un poseso para forzar una falta, Márquez rematando desviado, Saviola rematando al poste mientras le agarraban, y Navarro conociendo al fin la sensación de hacer feliz al barcelonismo. El hartón de sufrir que se dio el Camp Nou tuvo un final a la altura, e hizo olvidar a muchos el supino aburrimiento que se vivió ayer.
Hasta entonces, lo más destacado del partido fue comprobar las habilidades papirofléxicas de los aficionados azulgrana, que encontraron inspiración en los folletos que encontró en sus localidades.Mala suerte para el Departament de Cultura, que había situado cuidadosamente 100.000 papeles instando a los futboleros a leer libros en catalán. Mala suerte porque el Camp Nou tuvo una entrada discreta, con 70.471 espectadores, y porque con la mezcla de miedo y aburrimiento, la gente no estaba para recomendaciones literarias, y sí para hacer avioncitos.
Tal vez por eso, cuando el Barça marcó, con Belletti petrificado sobre el terreno de juego, con Rijkaard saltando como nunca y con Saviola reivindicando una vez más que puede no valer para este equipo, pero que es injusto considerarle un pesetero, justo en ese momento hasta seis avioncitos reposaban mansamente sobre el césped del Camp Nou.
El happy end fue aún mayor teniendo en cuenta que el Real Madrid había perdido, que se olía que el Sevilla podía hacer lo propio en Mestalla y que hasta Rijkaard estaba eufórico.
El técnico no pudo reprimirse y saltó como un niño con el gol del Barça, cuando compareció ante los medios aún no se había recuperado del exceso. «Milagrosamente ha entrado. La felicidad ha sido increíble», admitió el entrenador holandés. Tan contento estaba, que no quiso referirse a la espesura del juego de su equipo. Ayer, el técnico barcelonista no estaba para monsergas y sólo tenía ojos para la victoria. «Son tres puntos de oro, importantísimos», explicó. «Lo hemos conseguido trabajando, luchando y sufriendo. Son tres puntos que han llegado gracias a la actitud del equipo», añadió. «Sin esta actitud no lo habríamos logrado, espero que esto nos sirva de lección». Rijkaard reconoció que se vio un partido «muy poco fluido» y destacó la organización defensiva del Mallorca, pero el resultado sirvió para que acabara lanzando un aviso a sus rivales: «Esta victoria es moralmente muy importante para nosotros».
Gregorio Manzano, que con su cerrojo desesperó al Barça y se sintió durante buena parte del partido como quien roba un banco y le sale bien, compareció sabiendo que a última hora le había pillado la poli. Apuntó, cariacontecido, que había ganado «la partida táctica» y se mostró resignado por perder contra un equipo con jugadores que calificó de «supergalácticos». «El partido hubiera merecido acabar con un premio para el Mallorca. Nos vamos con la cabeza muy alta porque hemos hecho un gran partido dentro de nuestras posibilidades», explicó. Para el técnico del Mallorca, la derrota fue fruto de «dos desgracias», en referencia al autogol de Navarro y al penalti fallado por Jonás. Respecto a esa acción, Manzano calificó de «determinante» la no expulsión de Víctor Valdés por parte del colegiado. Ni siquiera Rijkaard discutió al respecto: «Creo que podía ser amarilla o roja, era decisión del árbitro».
No importaba: el Camp Nou estaba ayer por encima de esas minucias, porque el campeón se reencontró con la suerte. Tal vez más adelante pueda reencontrar su joie de vivre.