BARCELONA 1
MALLORCA 0
CAMP NOU. 70.441 ESPECTADORES.
Arbitro: Ramírez Domínguez
Tarjetas amarillas: Valdés, F. Navarro y Ballesteros.
Goles: 1-0: Navarro, en propia puerta (min. 89).
BARCELONA.- Si había alguna duda de quién será el próximo campeón de Liga, ayer quedaron más que resueltas. Los dioses han decidido bajar a la tierra y han cambiado su túnica por una camiseta azulgrana.Y ya se sabe que contra el poder divino, de nada sirven las luchas terrenales. Poco importó que el Barcelona completara un partido mísero, propio de su depresivo caminar.
Al Mallorca le miró ayer el más tuerto de la ciudad, y sufrió, entre otras desgracias, que Jonás tirara un penalti como quien le da una patada a una bola de papel, que el árbitro decidiera no expulsar a Valdés, o que Rijkaard recuperara por fin a Saviola después de su segundo exilio. Incluso se vio a Belletti correr cojo en busca del gol. Todo muy surrealista. Sólo le faltaba al equipo bermellón que el Barcelona, después de 89 minutos de sufrimiento, lograra el agónico tanto de la victoria en una cómica jugada que tuvo como colofón a Fernando Navarro -¡encima un ex azulgrana!-, que se coló el balón en propia meta después de que el Pibito rematara al palo.
No se le podía pedir más a un partido tan terrible como el de ayer. El juego del Barcelona sigue a años luz del mostrado en temporadas anteriores. Los problemas en el Camp Nou han llegado todos de una vez, como una plaga bíblica que amenaza con devorar a un grupo que pide a gritos su disolución. El vestuario sigue su proceso de galactización y saca las uñas cuando se le habla de mano dura; el club oculta durante días la amigdalitis de Ronaldinho poniendo al brasileño en el centro de la diana; futbolistas clave en el equilibrio del equipo, como Márquez y Deco, sufren en sus botas la presión de ver sus apellidos en la lista de transferibles.Es difícil, por no decir imposible, preparar un partido con semejante ruido de fondo. Y ganarlo, resulta ya una faena casi heroica.
Y eso que los azulgrana se ahorraron la presión de ver al Real Madrid por encima de su coronilla. Pero qué más da. El Barcelona ha aprendido a ser su propio opresor. Sólo le faltaba ayer toparse de cara con un equipo tan incómodo como el rehabilitado Mallorca de Manzano.
El profesor jienense, muy ducho en eso de la psicología, sabía que la mejor manera de sacar algo de provecho del Camp Nou pasaba por torturar al Barcelona proponiéndole el esquema más defensivo que se ha visto esta temporada en terreno azulgrana. Manzano jugó sin delanteros, dejó en el banquillo a Jankovic, su máximo goleador, para darle la banda derecha a un lateral reconvertido (Varela), y perfiló una impenetrable línea de seis futbolistas en el centro del campo, con Ibagaza y Arango como únicos jugadores con cierta capacidad ofensiva. Un cerrojo en toda regla que el Barcelona abrió un suspiro antes de que el Camp Nou apagara los focos.
El tedio dio paso a la agonía. Rijkaard pegaba puntapiés al césped mientras veía cómo sus futbolistas no acertaban a crear peligro.A la espalda del holandés se encontraba Xavi, al que incomprensiblemente el técnico le arrebató la titularidad. Sin el egarense, y recuperada la posición de mediocentro con un Márquez que es una mala copia del capitán de la selección mexicana, el juego azulgrana debía pasar por las botas de Iniesta y Deco. Los dos le pusieron corazón y esmero. Todo muy romántico, pero poco efectivo a la hora de mover el balón con criterio.
El Mallorca, mientras, se lo tomaba con calma. Crecido por la gran labor en defensa de Fernando Navarro y Nunes, se permitió el lujo de aprovechar un carrerón del melenudo Jonás para que éste dejara en evidencia a Zambrotta. A Valdés sólo le quedó derribar al argentino, que encaraba puerta sin defensas a la vista. El árbitro señaló el penalti, pero dejó sin cartulina roja al portero azulgrana en una decisión que podía haber marcado definitivamente el encuentro. A la desgracia bermellona hubo que añadirle el lamentable disparo de Jonás, que pese a todo realizó un extraordinario encuentro.
Rijkaard se vio con la obligación de intervenir. Sacó al terreno de juego a Xavi y Saviola, que en media hora se las apañaron para crear mucho más peligro que Eto'o o Messi en todo el partido.Poco antes de que llegara el milagro barcelonista, a punto estuvo Saviola de salir a hombros gracias a una fenomenal asistencia del propio Xavi. El Barça, descabezado, ya atacaba sin cuartel ante un Mallorca que se defendía atrincherado en su área. Pero ni así pudo esquivar su cruel destino.