JULIO MIRAVALLS
El domingo los franceses acudirán a las urnas en las elecciones presidenciales más apasionadas y apasionantes desde los tiempos en que contendían los pesos pesados Mitterrand y Giscard (¡aquella teatral salida a pie del Elíseo, paseando su derrota con histriónica dignidad por las calles de París...!). Y también serán las elecciones más virtualmente futuristas.
Los cuatro grandes aspirantes se lanzaron desde hace meses a la pelea en el otro mundo, en el ciberespacio, donde no rigen algunas de las reglas de la vida atómica (ya saben, la diferencia que popularizó Negroponte entre «átomos y bits»; o sea, la vida real y la digital). Los cuatro han estado haciendo campaña en el mundo sintético de Second Life y han dedicado buenos esfuerzos, con organizados cuarteles generales y gente metida de lleno en ello, para buscar el apoyo de los franceses con derecho a voto en la vida real.
Quizás a un profesional de las ciencias del comportamiento le daría para un tratado de sociología sobre las diferencias entre la sociedad que existe a pie de calle y una nueva sociedad emergente (y en cierto modo excluyente) de quienes derivan una parte esencial de su vida hacia internet y otros medios tecnológicos, para muchos de los cuales incluso una ortografía atrozmente inaceptable se convierte en signo de identidad y deliberada provocación.
El caso es que en la vida real las encuestas definen al conservador Sarkozy como el gran favorito, con un 26% de intención de voto, frente al 18% de la socialista Ségolène Royal, y un empate en el 19% entre el centrista Bayrou y el ultraderechista Le Pen. En la vida digital, sin embargo, las cifras casi se invierten, según la medición de las visitas a las respectivas sedes (que se puede entender como expresión de interés y probable simpatía hacia un determinado candidato). En Second Life, la derrotada Ségolène arrasa con una estimación de 20.000 visitas diarias, frente a las 11.000 de Le Pen, 10.000 de Sarkozy y sólo 7.000 de Bayrou. Las encuestas dan mucho juego a los expertos en interpretarlas políticamente, pero lo evidente es que si se votara en el territorio sintético Royal ganaría de calle, aunque en la realidad se la dé por descartada. A fin de cuentas, es el mundo al revés y una de las mejores demostraciones de ello es que en enero el cuartel general de Le Pen en Second Life fue literalmente arrasado en un brutal y colorista ataque de un grupo de manifestantes. Al líder del Frente Nacional le atribuyen el liderazgo en la violencia política francesa, pero en internet rigen otros parámetros.
Tal vez sea un síntoma de lo que trae el futuro, o una demostración incuestionable de que las consultas por internet (como se suele subrayar con buen criterio) no tienen el valor ni la fiabilidad de una encuesta hecha en las aceras con los adecuados criterios demoscópicos para definir el universo de consulta. Pero también es cierto que los grandes cambios empiezan por rincones insospechados.
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