Lunes, 16 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6329.
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A LA CONTRA / BARRA BRAVA
Animo, que seguro que ganáis
DAVID GISTAU

Dos expulsados y dos penaltis a cual más chungo: a Turienzo, que en El Sardinero se ganó la designación para la final de Copa, sólo le faltó pasarse por el vestuario antes del partido para exigir a los futbolistas del Madrí que jugaran con los cordones de la bota derecha atados a los de la izquierda. Un árbitro orgánico del villarato se carga al Real Madrid como si le hubieran enviado a que asfixiara con una almohada al herido justo cuando el último parte médico decía: «Mejora dentro de la gravedad. Posible campeón». Y en las crónicas matinales, el periodismo opina que la culpa la tiene el Madrí por haber metido un solo gol legítimo y suficiente en condiciones normales, y no los tres o cuatro con los que habría compensado los de ventaja que el orden establecido tenía concedidos, no ya al Racing, sino por delegación al Barça. Dos favoritos tiene Villar en la Liga: uno sentimental, el otro institucional. Los mimos de Mejuto a Echeberría antes de atracar al Valencia en San Mamés podría adaptarlos cualquier árbitro en el túnel del Camp Nou: «Animo, que seguro que ganáis». Pero al menos, que aprendan discreción para que parezca un accidente, que un tío entrando con una almohada en la habitación de un herido es cosa que canta mucho.

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Lo bueno de Turienzo es que, esta semana, Mijatovic no tendrá que llamar borracho a Robinho para justificar el fracaso del proyecto. Mientras, el presidente okupa se agarra a un título secundario del deporte secundario para vindicar que a esto se refería cuando dijo que, con él empuñando el cayado, el madridismo se hartaría de juntar multitudes en la Cibeles. Convengamos que ganar la ULEB no es como para que corra Filípides para anunciar: «Alegraos, hemos vencido». Hablar de un ciclo glorioso en Chamartín cuando sólo se tiene la ULEB es como decir «Champán y mujeres» cuando sólo se tiene gaseosa y una muñeca hinchable. Como Calderón pretenda camuflar así todas las diferencias entre lo prometido y lo conseguido, ahora tendrá que fichar a Rouco Varela para demostrar que decía verdad cuando prometió traer a un Cristiano. Y también al Míster Mojón de South Park, a quien previa abolición de la tilde bien se le podría hacer pasar por Kaka. ¿Qué fue de aquel Real Madrid al que respetaban los árbitros y al que querían venir a jugar los mejores? Por lo demás, ¿Delenda est Capello?

Si yo fuera empresario de la noche, ahora mismo montaría en alguna calle cercana al Camp Nou un bar de señoritas llamado El gimnasio. Los turistas de paso por Barcelona lo asociarían de inmediato con ese lugar ya mítico en el que Ronaldinho se acoge a sagrado cuando le da pereza trabajar como un vulgar carrilero, y sin duda lo llenarían todas las noches. Además, el ejemplo absentista de Ronaldinho demuestra que un gimnasio, para quienes andan de escaqueo, constituye una excusa creíble. A un portavoz del Barça que dijera: «No, Ronaldinho tampoco ha entrenado hoy porque está en la biblioteca», no le creería nadie. Pero dice «en el gimnasio» y, oiga, eso duele, así que vedettismo no hay en el Barsa. De igual forma, qué bien quedarían los parroquianos de mi bar de señoritas cuando, habiendo recibido una llamada de la esposa, pudieran responder sin mentir: «Que no, cariño, no te engaño, de verdad que estoy en el gimnasio». A todas horas, como el mismísimo Ronaldinho.

Refiriéndose a La Fábrica de la Ciudad Deportiva, Míchel dijo una vez que a los niños, más que a ser futbolistas, había que enseñarles a ser hombres empapándoles con valores para toda una vida. El episodio de la final del Mundialito, donde a los benjamines del Barsa se les prohibió saltar al campo mientras sonaran las notas del himno español, revela que en esa política por otros medios a la que juega Joan Laporta la enseñanza consiste en programar pequeños robots nacionalistas con chavales a los que, como diría Diego Armando Maradona, nada ajeno al juego debería mancharles la pelota. Luego ocurre que el club sí aprueba que, llegados a la madurez profesional, sus jugadores se descuelguen con declaraciones que rozan la apología del terrorismo y que a mitos de la casa como Guardiola les parecen «verdades como puños», porque son una consecuencia de la educación recibida, de lo que mamas en el ambiente desde los ocho años. Ay, si a los benjamines del Madrí se les manipulara políticamente de la misma forma, la que armarían los dueños del doble rasero.

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