P. PARDO
WASHINGTON.-
Aunque relegada a un segundo plano por Wolfowitz y su novia, la reforma del FMI se convirtió ayer en el otro frente de batalla de la Asamblea de esta institución que, como es habitual, se celebra de forma conjunta a la del Banco Mundial. Una batalla en la que España se ha sumado en el último momento, por medio de su vicepresidente económico, Pedro Solbes, quien no suele acudir a las cumbres de primavera del Fondo.
Solbes declaró ayer que España es «uno de los países afectados» por la reforma que, entre otras cosas, deberá generar un reparto de las cuotas de poder en la institución más acorde con el reparto de poder económico en el mundo actual, dado que el peso de cada país en el FMI refleja más bien el estado de la economía mundial en los años setenta.
Madrid ha señalado en el pasado que su objetivo es elevar sus derechos de voto al 2%. Y, aunque ayer Solbes se negó a confirmar esa cifra, sí confirmó que quiere elevar el peso de España, ya que «estamos claramente infravalorados». También expresó su deseo -compartido por otros colegas suyos, como el secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson- de que «no sigamos eternizándonos en este debate, que es tremendamente frustrante».
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