«Hay que llegar a los ciudadanos, pero no sólo con las obras, también con el afecto». Habla de manera pausada, sin prisas por alcanzar conclusiones precipitadas. «Si el ciudadano ve una persona honesta detrás, el 60% del trabajo está hecho». Su experiencia así se lo demuestra. En su caso, su labor en el Consistorio no le repercute en la cuenta corriente. «Vivo de mi jubilación. No tengo asignación como alcalde». Por impuestos directos, el municipio obtiene unos ingresos de 18.000 euros. «Con esto sobrevivimos», reconoce.

Desde que tomó las riendas, dice que «el pueblo está totalmente cambiado», en buena medida, porque «se ha conservado la arquitectura tradicional serrana»: «Bueno, siempre hay algún vecino que se cabrea cuando le dices que tiene que hacer la casa de piedra». Pero, en general, la convivencia es cordial. «La media de edad es de 64 años», lo que preocupa a este hombre serio, pero cercano, que dedicó su vida laboral a la industria. «En 60 años hemos perdido más del 70% de la población. Entonces había 385 habitantes. La gente joven se ha marchado». Hoy, sólo hay un niño en el pueblo.

Frente a esto, Adolfo tiene diversas propuestas. «Me gustaría hacer un hotel-spa y una planta de envasado de agua. Por esta última llevo esperando ocho años y aún no ha terminado el procedimiento administrativo». Según sus cálculos, supondría 20 puestos de trabajo fijos en el primer caso y 15, en el segundo: «35 familias nuevas en el pueblo». Si a esto se le suma «un plan de ordenación que amplíe un poco el anillo del pueblo», La Acebeda retomaría el aspecto de otras épocas.

Ubicado en un paraje natural inmejorable, en pleno parque natural de Guadarrama, los fines de semana tiene más animación. Las casas rurales, el cámping -que ya cuenta con bungalós- y los restaurantes atraen a los visitantes. «Me gustaría haber recibido a la presidenta de la Comunidad que, en estos cuatro años, no se ha pasado por aquí».

Se queja Adolfo de que los Ayuntamientos han perdido mucha autonomía. «Todo debe pasar por la Comunidad, ente que está muy burocratizado». También alza la voz para reclamar más medios para los pueblos pequeños. En La Acebeda, la campaña se hace en el huerto, en el bar, en casa de los vecinos y en la Asamblea vecinal que se convoca cada tres meses. «Al ser concejo abierto (menos de 100 habitantes), todos los vecinos son concejales».